Acá llegamos al cumplimiento de la promesa dada por Dios de que David sería ‘rey de Israel’.
Recordemos que en el primer libro de Samuel el pueblo había pedido un rey y Dios accedió a su petición y los hombres escogieron a Saúl de la tribu de Benjamín como el rey de Israel, no obstante debido a sus constantes desobediencias más tarde Dios lo rechazó y «Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero» [Hech 13:22]. David había sido escogido por Dios.
Vimos en relatos anteriores como Saúl persiguió despiadadamente a David con fines de quitarle la vida, pero también vimos cómo se le presentaron las oportunidades para David quitarle la vida a Saúl, no obstante debido al cargo que ostentaba David siempre mantuvo el debido respeto y nunca le hizo daño alguno por ser Saúl «el ungido de Jehová».
Pues bien, luego de la muerte de Saúl, David fue proclamado Rey de la tribu de Judá, aunque el general Abner hizo rey Is-boset hijo de Saúl sobre Israel, excepto la tribu de Judá que siguieron a David. Is-boset permaneció siendo rey solo por dos años, ya que fue asesinado.
Luego vino una comisión compuesta por las autoridades de todas las tribus de Israel y hablaron con David diciéndoles “Henos aquí, hueso tuyo y carne tuya somos” [v. 1], y ciertamente David poseía la primera y esencial cualidad para ocupar el trono de Israel: la de ser israelita. Estos hombres que podríamos considerar ‘embajadores’ reconocieron que el liderazgo de David venía desde los tiempos de Saúl, por ser David que sacaba a Israel a la guerra y la volvía a traer, ya que era hombre de talentos militares probados, obteniendo victorias, además bajo su mando el pueblo se mantuvo en condiciones de seguridad y por eso todas las tribus deseaban que asumiera el gobierno de Israel.
Es muy importante destacar que ahora el pueblo reconocía a David como el rey puesto por Dios y soberano legítimo sobre ellos. Vemos como ellos le expresan «…Además Jehová te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, y tú serás príncipe sobre Israel», [v. 2b]. ‘Apacentar’ en unas de la labores que realiza un pastor, “alimentar a su rebaño”, y en esa época en muchas ocasiones a los reyes se les llamaban “pastores”, y a David se le llamaría así no porque había sido pastor de ovejas, sino porque sería el rey, una figura de Cristo, nuestro Pastor, nuestro amado Señor «Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas», [Jn 10:11].
Otro asunto a destacar es que queda claro que los representantes de cada tribu viajaron hasta Hebrón para invitar a David a ser su rey, es decir que no gobernó a las tribus de norte en contra de su voluntad. Por lo que hizo un pacto con ellos delante de Jehová, era que se obligaba a sí mismo a gobernar de acuerdo a las leyes de Dios; y el pueblo prometía obediencia a él.
La primera vez que David fue unido lo hizo Samuel cual Dios lo eligió como rey; la segunda vez fue ungido como rey sobre la tribu de Judá. Y esta tercera vez David fue ungido como el rey de todo Israel. Esto significa que la nación de Israel seria unida bajo el reinado de David, donde pasará a la mejor época que ha tenido en toda su existencia, y esto espiritualmente tipifica al tiempo en que Cristo vendrá y reinará.
Este relato continúa diciendo que David tenia treinta años cuando comenzó a reinar sobre Judá, que es la misma edad que Jesús tenía cuando comenzó su ministerio público tal como lo expresa Lucas 3:23 «Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José, hijo de Elí».
Es importante que recordemos que la Biblia no dice la edad que tenía David al momento de ser ungido por Samuel, pero los eruditos de la Palabra, de acuerdo a sus cálculos infieren que tenía aproximadamente 13 a 15 años, sí tomamos esa edad como referencia podemos decir que tuvo que esperar aproximadamente entre 15 y 17 años para ver el cumplimiento de la promesa y reinar sobre Israel.
Amados amigos y hermanos, ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar nosotros para el cumplimiento de la promesa que el Señor nos ha dado? No importa, lo que debemos es mantener la fe en que Él cumplirá Su promesa, manteniendo en paz porque Él a su tiempo cumplirá, recordemos lo que dice su Palabra:
«porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios», [2 Co 1:20].
«Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado», [Is 26:3].
«Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra», [Salmos 46:10].
Para concluir, vemos más adelante en este mismo capítulo que David toma la fortaleza de Sión y allí cambió la capital de Israel, de Hebrón a Jerusalén, y es por lo tanto que este relato finaliza diciendo «… y en Jerusalén reinó treinta y tres años sobre todo Israel y Judá», [v. 5b]; y esa es la misma edad que Jesús tenía cuando concluyó su ministerio terrenal y fue crucificado.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez