Los libros 1 y 2 de Reyes constituyen un solo libro en la Biblia hebrea, no obstante en nuestras Biblias están separados debido a la traducción que realizaran las 70 personas que participaron en la traducción del Antiguo Testamento del idioma hebreo al griego, en fin la Biblia griega, es comúnmente llamada “Biblia Septuaginta”.
Los principales temas de este libro tratan sobre la incapacidad del hombre de reinar para Dios; y la idolatría.
Pues bien el primer libro de Reyes inicia con la muerte de David y el ascenso al trono de su hijo Salomón, a quien desde inicio de su reinado Dios le concediera su petición de “sabiduría”.
David anhelaba construir un templo a Dios, y vimos que Dios no se lo permitió porque había derramado mucha sangre [1 Cr 22:7-8], por lo que David le dejó a
Salomón todo lo necesario para la construcción [1 Cr 22:9-19], así lo hizo y dedicó a Jehová el “Templo” en Jerusalén; con esto queda afianzada Jerusalén como la ciudad santa.
Es bueno destacar que ese templo es una figura de nosotros los que creemos y hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador, ya que en nosotros habita el Espíritu Santo, «¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo», [2 Co 6:16].
Luego de pasar 7 años construyendo el templo a Dios, después pasó 13 años construyendo un palacio para él mismo. Es decir tardo casi el doble para hacer su palacio. Recordemos que 7 espiritualmente es el número de completación, perfección o plenitud; mientras que trece es el número de rebelión.
La fama de Salomón por su gran sabiduría se extendió por todo el mundo, llegando a oídos de la reina de Sabá, quien llegó hasta él, quien durante un buen tiempo de su vida testificaba a Dios.
Durante el trayecto de los relatos nos encontraremos con varias situaciones que nos servirán de ejemplo a nosotros, tal como nos dice 1 Corintios 10:11 «Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos». El declive espiritual de Salomón lo llevó a pecar pues llegó a desobedecer a Dios confiando más en sus riquezas que el Poder de Jehová, construyendo tres ciudades importantes para almacenar carruajes militares para su seguridad, [Deu 17:16]. También tuvo 1000 esposas y concubinas lo que no era aprobado por Dios, esas mujeres lo indujeron a adorar a sus ídolos y por ende a alejarlo de Dios. Lo peor de todo es que nunca erradicó la idolatría.
En definitiva, aquí encontraremos la narración del reinado de Salomón sobre la monarquía unida, pero después de su muerte le siguió al trono su hijo Roboam, quien gobernó de una manera severa imponiendo un yugo sobre la nación, a lo que ante la solicitud de aminorar el yugo, pero rehusó al consejo, al contrario y esto trajo como consecuencia el reino dividido, Israel y Judá.
Es bueno notar que la mayoría de los reyes que sucedieron a Salomón eran idólatras y malos, siendo uno de los reyes más malvados Acab y su reina Jezabel, quienes llevaron al pueblo a la adoración a Baal, por lo que el profeta Elías desafío a la nación a volverse a Dios. La historia de Elías nos hace ver el realce de la función de un profeta.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez