Este hermoso salmo conocido por muchos como “el salmo del viajero que va hacia Jerusalén». Es importante saber que por doquier que vaya a entrar el peregrino hacia esa ciudad debe atravesar montes, y estos son figura de grandes calamidades y obstáculos insuperables; ejemplo de esto lo podemos ver en Jeremías 13:16 «Dad gloria a Jehová Dios vuestro, antes que haga venir tinieblas, y antes que vuestros pies tropiecen en montes de oscuridad, y esperéis luz, y os la vuelva en sombra de muerte y tinieblas»; y en Zacarías 4:7 «¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella».
¡Que tremendo, igual sucede durante nuestro peregrinaje en nuestro caminar en la fe! Viajando en los caminos de la vida nos sentimos inseguros por los peligros que nos asechan. Ante esa situación debemos apartar nuestra mirada de todas las cosas que nos atormentan y clamar a nuestro único y oportuno socorro; es decir alzar nuestras miradas al cielo, morada de Dios; nuestro guardador en angustias y aflicciones.
Es obligatorio hacer la observación de que el salmista hace énfasis en quién es Jehová; es el creador de los cielos y la tierra, «El cual hizo los cielos y la tierra, El mar, y todo lo que en ellos hay», [Salmos 146:6]. Él, Dios soberano gobierna todo. Nosotros debemos entender con esto que solamente los que creemos en Él como nuestro Dios y reconocemos a Jesucristo como nuestro Salvador podemos confiar en Su protección, y reconocerlo como nuestro guardador. Cuánta misericordia tiene Dios hacia nosotros, bendito sea Él por darnos la gloriosa esperanza de Salvación.
A pesar de las situaciones difíciles que encontraremos en nuestro caminar en la fe, debemos permanecer confiados, pues que nuestro Dios no permitirá que nuestros pies se deslicen, y por ende nuestro corazón permanecerá firme. En el original esto expresa un deseo u oración “que tu pie no se mueva”, es decir que debemos orar con fe para que Dios nos proteja en todos nuestros caminos, y podamos permanecer de pie; pues Dios asegura la estabilidad y perseverancia de los que en Él creen, ya que les sostendrá siempre. No obstante si cayéramos recordemos «Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse, mas los impíos caerán en el mal», [Proverbios 24:16]. Los peligros son muchos, pero Dios da la seguridad de protección sobre cada uno de sus hijos, Él mismo se encarga de cuidarnos, ya que nunca duerme, no se fatiga, sus ojos nunca se cierran, está atento en todo momento hasta en el mínimo detalle de nuestro diario vivir.
Luego podemos ver que repite la promesa de que ‘no se dormirá el guarda’, pero ahora va dirigida a Su pueblo, Israel. Esta es la promesa que hizo a Jacob (Israel) en Génesis 28:15 «He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho». Esta promesa es extensiva a nosotros, el Israel espiritual.
Con respecto al sol y a luna, recordemos lo que dice Éxodo 13:21-22 «Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche. Nunca se apartó de delante del pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego».
Las dos grandes lumbreras no nos fatigarán; el sol con su potente luz, la cual es maravillosa, pero a la vez debemos cubrirnos de ella, pues nos quema la piel y nos da calor excesivo; y de la luna, requerimos su luz para saber los pasos que damos en la oscuridad, evitando los desaciertos y los escalofríos producidos por el temor. Espiritualmente esto pudiéramos relacionarnos con los efectos causados sobre la doctrina cristina, una sobre añadir o tergiversar la Palabra de Dios; y otra sobre eliminar u opacar la doctrina provocando que se viva un cristianismo ligero; en ambos casos estaríamos siendo desobedientes a la Palabra de Dios.
Podemos destacar que el verbo “guardar” aparece seis veces en este salmo (ver 3–8), lo que nos habla definitivamente de la seguridad de nuestra protección divina, «Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas», [Salmos 17:8].
Definitivamente Dios nos cuida de todo mal, garantiza nuestra seguridad personal, y que no se pierda el alma de los que somos creyentes en el Él, eso lo dice el Salmo 121:7 «Jehová te guardará de todo mal; El guardará tu alma». Mis amados amigos y hermanos en la fe, recordemos que Cristo vino a salvar lo que se había perdido, y esto es ‘el alma del hombre’. El apóstol dice en 1 Pedro 2:25LBLA «Pues vosotros andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras almas». Sí, el Señor vino a buscar como Buen Pastor a nuestras almas. El Señor Jesucristo afirma en Marcos 8:35-37 «Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de Mí y del evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? Pues ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?».
En conclusión, Jehová nos guardará durante toda la vida y hacia nuestro camino a la Jerusalén celestial. «Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida», [Salmos 23:6], esto nos habla del momento más importante y esperado por todo creyente, y es la esperanza de vivir con nuestro Padre en Su reino, en la Vida Eterna. Todos los creyentes estamos esperando “el arrebatamiento, las bodas del Cordero; la venida del Señor”. ¿Estás preparándote para vivir con el Señor por la eternidad?
Jesús nos regaló todo cuanto necesitamos para vivir agradando al Padre y hacer sonreír el corazón de nuestro amado Señor. Nos dejó al Espíritu Santo, que mora en nosotros, es decir que estamos equipados por Él para vivamos en nuestras moradas terrenales como «Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente», [Mateo 22:37]; y que alegría que también el Espíritu Santo nos está preparando para vivir en nuestra morada celestial, tal como nos dice el Señor en Juan 14:1-2 «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros». Jehová nos guardará hasta ese momento y por la eternidad.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez