Continuando con mis comentarios del Salmo 142, les recuerdo, tal como les dije en mi infografía anterior, que este Salmo fue escrito por David cuando estaba siendo perseguido por Saúl; destacando que basaré mis comentarios relacionándolos con los momentos de pruebas del creyente, recordando en los casos en que yo misma he pasado por duras pruebas.
Dice en Salmo 142:4b «No tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida», este es un lamento cuando en medio de la aflicción no encontramos una mano amiga que nos ayudara y cuidara. Realmente esto se refiere a que en esos momentos de aflicción los amigos se separan del creyente que sufre, lo abandonan en medio de la tristeza, y la verdad no les interesa involucrarse en el asunto, o en algunos casos prefieren mantenerse lo más alejado posible; y cuando eso nos sucede debemos hacer como me decía mi papá “deja de mirar a los lados, donde están los hombres y mira al cielo, donde mora nuestro Dios”. Esto así, porque ningún hombre puede cuidar y proteger nuestra alma, eso solamente lo hace Dios.
Vemos que ante la situación anterior el salmista volvió su mirada al cielo, y dice el Salmo 142:5a «Clamé a ti, oh Jehová; dije: Tú eres mi esperanza…» ¡Que hermoso!, oró a Dios y declaró su confianza en el Señor, quien siempre cuida a Sus hijos. Sí, Él nos protege bajo Sus alas tal como dice Salmo 91:4 «Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad». Dios mismo nos cuida. En todas nuestras circunstancias estamos bajo Su protección y todo por Su amor inagotable y sin reservas hacia los que somos Sus hijos; eso es una tremenda bendición.
Con respecto a Salmo 142:5b «… y mi porción en la tierra de los vivientes», se entiende como “porción” algo que le pertenece al salmista, asimismo está relacionado con la porción que le corresponde de la “tierra prometida”, por lo que asumo que David está hablando de lo que le pertenece aquí en la tierra de los vivientes, y declara que Dios mismo es su porción. Esto es maravilloso, pues los hijos heredan de sus padres, entonces esa misma declaración deberíamos hacer tú y yo al momento de pasar por duras pruebas.
Amados hermanos y amigos, nuestro Dios es quien nos guarda y nos defiende, por lo tanto podemos decir “Líbrame de los que me persiguen”, pues Él es quien pelea nuestras batallas, Él es nuestro Poderoso gigante.
David que había matado a un gigante y que mataba a los osos con sus propias manos, ahora estaba afligido por quienes lo perseguían; admitió que necesitaba la ayuda de Dios porque sus perseguidores eran más fuertes que él; y era cierto, le perseguía Saúl (figura de Satanás) con todo su ejército (figura de los demonios).
Recordemos siempre lo que dice Efesio 6:12 «Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes». Los enemigos espirituales son numerosos y están bien equipados, pero «¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? », [Romanos 8:31].
David dice “Saca mi alma de la cárcel”, y sabemos que Cristo vino a salvar lo que se había perdido, y dice la Palabra de Dios que esto es “el alma”, por lo tanto el Enemigo quiere apropiarse de nuestras almas, y cuando no hacemos la voluntad de Dios estamos cediendo espacio para que él nos atrape y encarcele el alma, pero que hermoso cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador, y obedecemos a Dios, allí es cuando el Señor restaura el alma, esto es restablecer o reanudar la relación que se había interrumpido con Dios o el prójimo, «Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida a causa de Mí y del evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? Pues ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?», [Marcos 8:35-37].
Llegando al final de la oración del Salmo 142, podemos ver cual debe ser la razón de todas las cosas, “alabar al Señor”, dar la gloria a Dios por las victorias, porque solo a Él le pertenece la adoración, a Él pertenece la gloria; y a nosotros nos corresponde dar el testimonio de lo que Él hace en nuestras vidas. Los creyentes verán el milagro de la misericordia del Señor al sacarnos de las aflicciones, por lo tanto una vez respondidas nuestras oraciones motivadas por las pruebas o tribulaciones, el próximo paso es «alabar», es exaltar el nombre de nuestro amado Señor, agradecer por Su bondad, tal como lo expresan los siguientes versículos:
- «He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo», [Santiago 5:11].
- «para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo», [1 Pedro 1:7].
- «Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate», [Lc 17:17-19].
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez