La primera parte de este capítulo relata la parábola de “La Viña”, la cual concluye diciendo “Esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor”, con respecto a esto les había dicho en la infografía anterior que Dios nos habla claramente con los “6 Ayes de angustia” en los versículos del 8 al 23, siendo estos: avaricia, adicción, incredulidad, falta de discernimiento moral, orgullo e injusticia.
El profeta Isaías mencionaba cada “ay” antes de decir el “pecado” por el cual Dios juzgaría a Su pueblo. Cuando decimos la palabra pecado de inmediato pensamos en algo espiritual o una situación que no es agradable a Dios. Y es que ciertamente el pecado es una palabra que nos confronta como individuo espiritual y social. Para los creyentes, entendemos que, el pecado se trata de la desobediencia al cumplimiento de los mandatos de Dios; los inconversos prefieren no utilizar esa palabra y considerar el acto mismo como una «falta o un error» cometido voluntaria o inconscientemente.
La definición de pecado en el diccionario Larousse es “Transgresión de la ley divina. Cosa lamentable, falta”. Esta palabra en griego es “Harmatia” que significa “errar al blanco, fallo de la meta”. Y eso es lo que el pecado hace en nuestras vidas, fallar en cumplir con nuestro diseño de estar permanentemente con Dios, (Génesis 2:15-17).
Pues bien, en referencia al relato de Isaías 5, a mi parecer, estos “Ayes” están dirigidos a pecados cometidos hacia cada parte de nuestro ser integral:
- Avaricia: (Alma); 2. Adicción: (Cuerpo); 3. Incredulidad: (Espíritu); 4. Falta de discernimiento moral: (Cuerpo + Alma + Espíritu); 5. Orgullo: (Espíritu); 6. Injusticia: (Espíritu).
Es importante destacar que los primeros dos “Ayes” inmediatamente fueron profetizados por el profeta Isaías, Dios también le dijo cuáles serían los castigos dados como consecuencia de su mal proceder, y esto corresponderían según la correlación que hiciera a pecados que impactaban directamente al alma y el cuerpo. No obstante, los cuatro “ayes” (correlacionados con el espíritu), no fueron acompañados por castigos inmediato cuando fueron profetizados, y mientras me percataba de ello entendí que quizás no se menciona ningún castigo, probablemente porque el mismo sería un terrible juicio de Dios, y así pude comprobar en los versículos del 24 al 30, donde el profeta Isaías nos narra todo lo que acontecería si el pueblo desobedecía a Dios; es decir cuando se encendiera el furor de Jehová contra su pueblo.
Amados hermanos y amigos, nuestro amado Dios en tan misericordioso, Él advirtió a Su pueblo lo que le habría de suceder si lo desobedecían, si continuaban en sus pecados y no se volvían a Jehová. Ellos sabían perfectamente bien lo que dice Amós 3:7 «Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas», pero aun si continuaron navegando placenteramente en sus pecados, por lo que más adelante la profecía se cumplió, pues Dios castigó a Israel llevando a Asiria para que lo invadiera y destruyera. Así el pueblo de Israel es juzgado por Dios y llevado a la cautividad.
Hermanos recodemos siempre lo que expresa 1Corintios 10:11 «Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos». Volvámonos al Señor y que para nosotros sea verdaderamente un deleite el hacer Su voluntad, y que digamos siempre: «!Oh Dios, cuánto amo yo tu Palabra!», [Salmo 119:97].
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez