La condición para habitar en la Tierra Prometida era la circuncisión; pacto y requisito que Dios hizo con Abraham y, a través de él, con todas sus generaciones. «Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti», [Génesis 17:7].
La circuncisión física es cortar el prepucio, la piel móvil que cubre el miembro viril del varón. Esta operación quirúrgica la hace el hombre con el fin de prevenir enfermedades, así como por razones de higiene. La circuncisión espiritual se hace en el corazón del hombre y esto es cortar la naturaleza carnal y pecaminosa de Adán con la que nacemos; es desarraigar de nuestro ser todo aquello que nuestro amante Padre celestial no plantó.
En el Antiguo Testamento una persona incircuncisa era considerada impura y tenía que eximirse de participar en las bendiciones y actividades religiosas judías; sin embargo en el Nuevo Testamento el Apóstol Pablo dice en Romanos 2:28-29: «Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios».
Ciertamente somos nuevas criaturas al aceptar a Cristo como nuestro Salvador, es por ello que cuando el Espíritu Santo circuncida nuestros corazones somos transformados, arrepintiéndonos de nuestros pecados y humillándonos delante del Señor. Cortando todo contacto con el pecado ya sea atadura, raíces de amarguras, defectos de personalidad, maldad, avaricia, etcétera; y al dar este paso de fe, nos convertimos en hijos de Dios por lo que nuestro corazón es circuncidado por Él, tal como expresa Deuteronomio 30:6 «Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas». La circuncisión es realizada con “la espada”, siendo ésta la Palabra de Dios «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón», [Hebreos 4:12]; y a través de esa hermosa cirugía somos repletos del amor de Dios, por lo que nuestro comportamiento debe reflejar a Cristo en nuestras vidas.
Amados hermanos y amigos Dios es Santo y aborrece el pecado, «Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días», [Salmos 7:11]; «¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿y quién quedará en pie en el ardor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas», [Nahúm 1:6]. Bien nos dice 2 Corintios 7:1 «Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios».
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez