Oseas es el primero de la colección de los doce libros llamados “Los Profetas Menores” o esporádicamente “Libro de los Doce”. Tal como les había comentado en otros de los libros de esta colección, generalmente son llamados así debido a su escasa extensión y no porque sean de menor importancia que los demás libros proféticos.
Oseas nos muestra la tragedia de su propio hogar destruido, y con su corazón quebrantado habla a la nación de Israel y a nosotros, tomando como figura su matrimonio con Gomer, la mujer infiel. Esa experiencia la aplica de forma figurada para presentar la fornicación espiritual de Israel, pero también el amor inagotable e incondicional de Dios por Su pueblo y Su gran compasión, quien nos regala la promesa de restauración.
Este profeta había recibido la instrucción de Dios de que se casara con Gomer, y así lo hizo; y esta mujer era
fornicaria, lo cual trajo como consecuencia la rotura del hogar. Amados sabemos que no hay tesoro terrenal más preciado por la mayoría de los seres humanos que su “hogar”; ese lugar cálido donde habita el corazón de la composición familiar, la cual se forma con el cimiento del amor. Ese sitio tan especial es formado con la estructura sólida del matrimonio entre un hombre y una mujer.
Es bueno destacar el primer hogar fue creado por Dios en el ‘huerto del Edén’. Asimismo el matrimonio fue instituido por Dios, «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne», [Génesis 2:24]; siendo la primera pareja Adán y Eva, a quienes dio el mandato divino, «Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread….», [Génesis 1:28].
Pues bien Gomer mancilló su matrimonio siéndole infiel a Oseas, y tuvo hijos de su fornicación, dando Dios a Oseas el mandato de que pusiera nombre a cada uno de ellos, siendo esos nombres con su respectivo significado los siguientes:
- Jezreel: Dios esparcirá
- Lo-ruhama: No un objeto de compasión ni de favor de gracia
- Lo-ammi: No son mi pueblo
Es interesante notar que en el versículo 8 del capítulo 1, dice: «Después de haber destetado a Lo-ruhama, concibió y dio a luz un hijo», esto nos presenta una figura de que a Israel le fueron quitado sus privilegios tal como se le quita la leche materna a un niño recién nacido, la cual es tan necesaria para el sobrevivir «desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación», [1 Pedro 2:2].
Tal como les comenté Gomer fue una mujer infiel, la cual se embarcó en ese pecado quizás de forma gradual como también lo hizo el pueblo de Israel, y muchos de nosotros. Ella no reconoció el cuidado, la protección, el sustento y hasta los gustos y privilegios que le dio su esposo, tal como él lo dice «Y ella no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal», [Oseas 2:8]. Es importante que reconozcamos que no solamente Oseas le está hablando a la nación de Israel, sino también a nosotros como “Israel Espiritual” que somos, y les hemos fallado a Dios quien nos dado la vida y todo cuanto somos, sin embargo el hombre se ha enfrascado en desobedecer a Dios, e idolatrando las cosas del mundo.
Bueno continuando con los comentarios de este libro Gomer se prostituyó y se fue de lado de su esposo, y fue tal su degradación que se vendió como esclava, pero Oseas la perdonó y la compró y la trajo de regreso al hogar (recordemos que según la Ley ella debía ser muerta a pedradas). Amados hermanos y amigos, esto es una figura de nuestra nuestro Salvador, nuestro glorioso Señor Jesucristo. Ese matrimonio se fue de la cima al abismo, pero luego fue restaurado; siendo esto lo mismo que acontece al hombre que se ha apartado de Dios, sin embargo cree y actúa bajo la promesa de restauración.
A este libro le llaman ‘el triunfo del amor” porque aunque vemos cómo al igual que Gomer y el hombre pecaron deshonrando al Señor, el infinito e inagotable amor de Dios no varió, por Su misericordia no hemos sido consumidos; por lo tanto siempre que nos acerquemos al Señor con un corazón arrepentido Él nos perdonará, «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad», [1 Juan 1:9].
Para finalizar, algo que no quiero dejar de mencionar el versículo de Oseas 4:6 «Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos». Continuemos pues escudriñando la Palabra de Dios para así conocer Su corazón y tendremos el gran privilegio de:
- Siempre será un deleite hacer la voluntad de Dios [Salmos 40:8].
- Apasionarnos cada día más por Jesús, [Efesios 4:13].
- Crecer cada día para imitar a Cristo, [Efesios 4:15].
- Aprender a vivir en la paz de Dios, [Isaías 26:3],
- Estar preparándonos para vivir una vida en santidad, [Hebreos 12:14].
- Identificar rápidamente la apostasía, herejía, falsas doctrinas, las artimañas del enemigo, etc., [2 Tesalonicenses 2:3; Colosenses 2:8; Efesios 4:14].
- Tener las armas para usar oportunamente en la guerra espiritual, [Efesios 6:10-20].
- Aprender a vivir con el gozo del Señor tanto en tiempos de angustias como de abundancias, [Filipenses 4:12].
- Estar listos para cuando el Señor vuelva a buscar su amada novia [Apocalipsis 22:12-14].
- Muchísimas cosas más.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez