En la introducción que hiciera de Levítico les comenté que este libro nos ayudará a comprender el perfecto sacrificio que hizo el Señor Jesucristo en la cruz, ya que los sacrificios realizados en el Antiguo Testamento eran sombras del sacrificio perfecto que haría nuestro Señor Jesucristo, «En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre», [Heb 10:10].
Desde hace más de 2000 años, los sacrificios de animales ya no son necesarios, porque nuestro Señor Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, se presentó ante el Padre, ofreciéndose a sí mismo como el sacrificio para el perdón de nuestros pecados. El resucitó, y está vivo intercediendo por nosotros a la diestra del Padre, [Heb 2:17; 4:15-16].
Amados hermanos y amigos, hace un momento leyendo la Biblia de Estudio LBLA, me encontré con esta maravillosa analogía entre los sacrificios realizados en el libro de Levítico y el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo y me animé a presentarlos a ustedes, para apoyar el estudio actual que estamos haciendo del libro de Levítico, y para exponer una de las razones por que cada día me maravillo de lo hermosa que es la Palabra de Dios; toda ella nos habla de nuestro Señor Jesucristo, el Ùnico mediador entre Dios y los hombres [1 Tim 2:5; Heb 10:12].
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios.
Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez