La ordenación como sacerdotes de Aarón y sus hijos como sacerdotes de Dios implicaba un alto compromiso y una gran responsabilidad, por lo cual Dios mismo estableció la manera reverente y la conducta de los sacerdotes al momento de presentarse delante de Su presencia y todas esas palabras fueron transmitidas por Moisés a cada uno de los sacerdotes.
Mucho antes de la consagración del Tabernáculo Dios le había dicho a Moisés que diera el siguiente mensaje al pueblo «Y también que se santifiquen los sacerdotes que se acercan a Jehová, para que Jehová no haga en ellos estrago», [Ex 19:22]. Por lo que es un hecho insólito y descuido tremendo lo acontecido a dos de los hijos de Aarón, quienes eran sacerdotes y desde hacia tiempo habían sido advertidos por Moisés del mensaje dado por Dios con respecto a su comportamiento.
Sucedió que los hijos de Aarón, quienes eran sacerdotes al servicio del Tabernáculo, cometieron un gravísimo pecado, tal como lo expresa Levítico 10:1-2 «Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová». Estos sacerdotes decidieron adorar a Dios a su manera, y no la manera que el Señor requería, recordemos lo que dice Juan 4:24 «Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren».
Esos jóvenes osaron desempeñar el oficio sagrado y los deberes que correspondían únicamente a su padre Aarón, como el Sumo Sacerdote del pueblo. Desobedecieron a Dios de tal manera que encendieron el incensario con fuego común, en vez de tomar el fuego del altar de bronce, el cual era apropiado y había sido consagrado para tales fines, tal como Dios dio las instrucciones.
Ellos habían sido consagrados para ministrar y trabajar en el Tabernáculo de Dios, sin embargo demostraron su desobediencia e irreverencia hacia el Dios de los cielos y Padre creador quien les había dicho paso a paso cómo se debían de hacer todas las cosas en su ejercicio del sacerdocio.
El pueblo de Israel tenia pleno conocimiento de que Dios es santo y Él mismo les había dicho a ellos «Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo», [Lev 11:44]. La “santidad” es uno de los principales atributos de Dios, y debido al pecado cometido por estos hombres donde dejaban de manifiesto su indiferencia a la «santidad de Dios» (pues todo el Tabernáculo ya había sido «santificado») fueron severamente castigados por Él “quitándoles la vida” con fuego que salió del lugar Santísimo, allí donde estaba la presencia de Dios; y esto nos hace inferir que ellos pretendieron introducirse en el lugar Santísimo, al cual solamente podía entrar el Sumo Sacerdote. Nadab y Abiú murieron inmediatamente.
Esto me trae a la memoria que una situación similar sucedió en el Nuevo Testamento a Ananías y Safira, quienes intentaron mentir al Espíritu Santo, y por esa razón murieron de inmediato. Ese relato los podemos leer en Hechos 5:1 -11.
«Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado. Y Aarón calló» [Lev 10:3]. Aarón, junto a sus hijos, había recibido la forma reverente de su acercamiento a la divina presencia de Dios, por lo que se sometió en silencio a lo que vió, sabiendo que esto era “el justo juicio de Dios”, del cual habían sido advertido, y sus hijos no obedecieron. Recordemos que los sacerdotes debían obedecer todos los estatutos de Dios y enseñarlos al pueblo.
Amados hermanos y amigos, luego de este incidente de juicio de Dios que marcó a la congregación, el relato continúa diciendo «Y Jehová habló a Aarón, diciendo: Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de reunión, para que no muráis; estatuto perpetuo será para vuestras generaciones para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio, y para enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dicho por medio de Moisés», [Lev 10:8-11]. Esta prohibición viene inmediatamente después de tan fatal catástrofe, por lo que muchos eruditos de la Palabra son de opinión que los dos sacerdotes estaban bajo la influencia de la embriaguez cuando cometieron el pecado; lo que nos deja una enseñanza referente al abuso del alcohol o consumo de cualquier tipo de droga que embotan los sentidos, los cuales no permiten a la persona discernir entre lo puro y lo profano, y las duras consecuencia que tiene esto para nuestras la vida espiritual de todo creyente, en su salud, condición moral, testimonio y lo mas importante su desobediencia y pecado ante nuestro Dios, que nos llama a estar apartado para Él y a vivir en santidad «seréis santos, porque yo soy santo», [Lev 11:44b]; además recordemos lo que dice Hebreos 14:12 «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor».
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez