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42.09 Una Mujer Pecadora

«Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de Él a Sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas Sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba Sus pies, y los ungía con el perfume», [Lucas 7:37-38].

Te invito a leer Lucas 7: 36-50, allí está el relato de ‘la mujer pecadora que derramó el perfume en los pies de Jesús’; esa ha sido la lectura de mi tiempo devocional del día de hoy, y con toda certeza y lágrimas agradezco a mi Dios por recordarme Su inagotable amor hacia mí; por eso me perdonó mis pecados, solo por amor.  También en las líneas de estos versículos pude ver que no hay mejor lugar para yo estar que “detrás de Jesús, a Sus pies”; allí recibiré protección, pues estaré bajo la sombra de Sus alas de amor y en ese lugar la Biblia dice «con Sus plumas te cubrirá y con Sus alas te dará refugio. Sus fieles promesas son tu armadura y tu protección», [Salmo 91:4NTV]. «Oh mi Dios guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme a la sombra de tus alas», [Salmo 17:8].

Ella era una mujer que venía con un pasado cargado de sufrimiento, como cualquiera de nosotros. Quizás llegó quebrantada y herida, y se presentó ante Jesús para adorarle a pesar de la situación que ella estaba pasando, ya fuera de rechazo, de crítica, de violencia o de dolor. Fue en busca de Jesús dispuesta a entregarle lo mejor de ella, su adoración y corazón. No llegó con las manos vacías, llegó con un perfume costoso colocado en un frasco de delicado diseño.

Esa mujer comenzó a llorar a los pies de Jesús y regaba Sus pies con sus lágrimas, en esa época era costumbre que los esclavos lavaran los pies de sus amos.  Esta mujer también secaba los pies con sus cabellos pues era la única toalla que ella tenía.

«Nosotros amamos porque Él nos amó primero», [1 Jn 4:19]; y ese amor lo sabemos «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna», [Jn 3:16]. Esta mujer le besaba los pies a Jesús, como muestra de lo mucho que lo amaba, amor que nació desde el preciso momento que ella vio cuanto la amaba Su Creador y Señor Jesús, que la perdonó de todos sus pecados. Y es buena hacer notar que la palabra besaba en griego (G2705) ‘katafiléo’, significa: “besar con un devoción genuina, cariñosamente, acariciar, y besar repetidas veces.

Por último lo ungió con perfume, representando la esencia de su ser; el cual vertió del frasco de alabastro, como si saliera de su alma donde estaba el aroma precioso que ella tenía en su interior.

 

Amados hermanos así somos nosotros, para obtener ese olor a gloria, debemos ser procesados, pisoteados como las uvas, pasando por momentos de aflicción intensos. Sin embargo venimos ante Cristo, reconociéndole como el dueño de nuestras vidas, rindiendo nuestro ser; le entregamos nuestras cargas, le damos lo mejor de nosotros y actuamos reflejando que Él mora en nuestras vidas, adorándolo aún en esos momentos donde sentimos que ya las fuerzas se nos agotan; pero Él se acerca nos restaura y entonces, vemos Su gloria.

Es momento de romper nuestro frasco de alabastro, es momento de romper esquemas para que la unción del Espíritu Santo que mora dentro de cada uno de nosotros nos guie a toda verdad, y esa ‘Verdad es Cristo’, [Jn 14:6]; así nuestras vidas serán impregnadas del olor a gloria y a nuestro paso dejaremos una estela de esa maravillosa fragancia y muchos anhelarán conocer a Dios!

Mi amado Señor te amo tanto y clamo que se haga vida en nosotros lo que dice tu Palabra «Por lo tanto, imiten a Dios en todo lo que hagan porque ustedes son sus hijos queridos. Vivan una vida llena de amor, siguiendo el ejemplo de Cristo. Él nos amó y se ofreció a sí mismo como sacrificio por nosotros, como aroma agradable a Dios», [Efesios 5:1-2NTV].

Pues podemos personalizar el último versículo del relato y ponerle cada uno su propio nombre y decir «Más Él dijo a : Tu fe te ha salvado, ve en paz», [Lc 7:50].

Dios les bendiga,

 

Sandra Elizabeth Núñez

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