En esta ocasión hablaremos del versículo más esencial y favorito de toda la Biblia. Lea este famoso versículo con tierna devoción: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna», [Juan 3:16].
Verdaderamente no hay nada en este mundo con lo que podamos comparar el amor de Dios hacia Su creación, un amor excepcionalmente grandioso por cada uno de nosotros los hombres y mujeres de esta tierra. Nuestro amado Dios nos tiene a los seres humanos un profundo amor incondicional, manifestando la inmensidad de ese amor por la entrega de Su Único Hijo, para que por “Su sacrificio”, nosotros fuésemos redimidos, y poder estar en la Vida Eterna juntamente con Él.
En 1º Juan 4:8, la Biblia dice que ‘Dios es amor’, no hay duda de que esto es realmente un atributo de Dios, esa es Su esencia espiritual. Para nuestra mente finita resulta incomprensible la expresión de ese amor tan grande, pues muchos pudieran decir: “que discrepancia entre el amor de Dios hacia Su Hijo, y Su actuación de entregarle para que fuera sacrificado por cada uno de nosotros, ¿pues quién que ame a su hijo lo entregaría para ser sacrificado y salvar a personas pecadoras, insensatas, desobedientes, etc.? Estoy segura que nadie lo haría”. Verdaderamente hermanos, si una persona en su humanidad hace ese comentario, está pensando como ‘humano’, y los pensamientos de Dios son muy diferentes a los nuestros, como lo establece Su declaración en Isaías 55:8-9 «Porque Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos Mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son Mis caminos más altos que vuestros caminos, y Mis pensamientos más que vuestros pensamientos».
La Palabra declara en Hebreos 9:22 «Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión». Esto significa que era necesario derramamiento de sangre para que el hombre creado por el Señor fuera perdonado, redimido y con posibilidad de ser salvo. Dios lo hizo, por el inmenso amor que tiene por nosotros, entregó a Su Hijo quien llevó todos nuestros pecados ante la cruz del Calvario. Por amor, Dios dió lo mejor que Él tiene, ‘Su Hijo Unigénito’, de manera tal que Él, con Su sacrificio pudiera quitarle el poder que tiene Satanás sobre el ser humano, y así restaurar la relación del hombre con nuestro Amado Dios, de aquellos que acepten al Señor Jesucristo como Su Salvador. Él que nunca cometió pecado se convirtió en pecado por ti y por mí, para que no nos perdiéramos y tuviéramos ‘salvación’; repito con ese propósito murió Cristo, para que pudiésemos recibir la dádiva de la ‘Vida Eterna’, y estar juntamente con Dios.
«Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y Su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por Su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por Su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna», [Tito 3:4-7].
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez