Este capítulo nos narra dos milagros realizados por Jesús, los cuales fueron dirigidos a la satisfacción de necesidades humanas. Vimos el primer milagro, la multiplicación de los panes y los peces, realizado en el mar de Galilea. En este asombroso y extraordinario milagro fueron alimentados hasta saciarse, (hambre, necesidad física del cuerpo) cerca de 20 mil personas, contando las mujeres y los niños, pues en la Biblia nos relata que fueron contados ‘5 mil varones’. Adicionalmente sobraron 12 canastas de comida, simbolizando una por cada discípulo. Fue tan maravilloso ese milagro que las personas dijeron: «Este verdaderamente es el Profeta que había de venir al mundo», [Juan 6:14] y Jesús al darse cuenta de que ellos lo querían hacer Rey, se retiró a orar en el monte, mientras Sus discípulos se dirigían en la barca hasta Betsaida.
Más tarde sucede el segundo milagro, el cual suplirá una necesidad emocional, (alma), de los discípulos, quienes se encontraban en medio de una tormenta, y Jesús se les aparece caminando sobre el mar, y ellos se llenaron de temor, creyendo que era un fantasma. Jesús entonces les consuela de sus angustias y les salva llevándolos al otro lado de la orilla, a un lugar seguro. Podemos inferir que Jesús llevó a los discípulos a sus casas, ya que en Capernaum vivía Pedro y también su suegra.
El día anterior la multitud había comido un rico manjar hasta quedar plenamente saciados, los panes y los peces que les fueron dados por Jesús. Sabemos que la comida que comiste hoy no te da satisfacción hasta el otro día, entonces ellos nueva vez tuvieron hambre, y como todo se acaba, no tenían comida. Necesitaban que Jesús les supliera alimentos, ese era su interés por buscarlo.
La multitud estaba desesperada por encontrar a Jesús, lo buscaron en las barcas cercanas, pues sabían que los discípulos se habían ido sin Él, y entendían que la única manera de Jesús llegar hasta los Suyos era por la vía de una barca. Al no encontrarlo allí, decidieron trasladarse hacia la ciudad donde vivían algunos de los discípulos pues seguramente ellos sabían dónde estaba su Maestro. Al fin encontraron a Jesús y le preguntaron entonces «Rabí, ¿cuándo llegaste acá?», [Juan 6:25], curiosos por saber de qué manera el Señor había llegado hasta allá. Asimismo, nos sucede muchas veces a nosotros, pues el Señor nos sorprende y comenzamos a cuestionar ‘¿Qué, cuándo, cómo, dónde, y por qué?’. Sin embargo, la mente finita del ser humano no necesita razonamientos para entender las cosas del Señor, solamente necesitamos un corazón que reconozca que Él es Dios.
Pues bien, a partir de este segundo milagro el relato de éste capítulo va completamente dirigido a la necesidad espiritual.
Hoy día muchas personas buscan a Jesús o lo siguen porque quieren que les atienda las necesidades físicas o emocionales, van en busca al igual que aquella multitud “de los panes y los peces” que Jesús les pueda dar. Detrás de las múltiples bendiciones que les pueda suministrar, viéndolo como un suplidor de necesidades y no como ‘Dios, Todopoderoso, Rey de reyes y Señor de señores’. Pero Dios sabe por qué tú y yo lo buscamos. Dios conoce las intenciones del corazón.
Amados hermanos y amigos, Dios anhela llevarnos siempre a un nivel superior, a una dimensión donde podamos ver la vida de una forma diferente, con un significado distinto; verla con nuestros ojos espirituales, y reconociendo que todo en ésta tierra es pasajero, y que debemos buscar lo perecedero, tal como Jesús dijo «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre», [Juan 6:27]. Entonces recordemos «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas», (Mateo 6:33).
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito “desde mi perspectiva particular” en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez