Como sabemos los alguaciles habían ido en búsqueda de Jesús con la intención de arrestarlo y cuando regresaron de su travesía volvieron sin Él, según lo que ellos respondieron a los fariseos eso fue así debido a que nunca habían oído a nadie hablar como Él.
Estuvieron con Jesús, le escucharon hablar, seguro Él no les estaba justificando por qué no debían arrestarle, me imagino que les hablaba de la Palabra de Dios, y que gran admiración sintieron los alguaciles, y no era de esperar menos, pues ciertamente al nosotros leer sus palabras en la Biblia, nos quedamos maravillados y tocados por el Espíritu Santo. Particularmente a mí esto me trae a la memoria lo que dice Romanos 10:17 «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios». Asimismo, debemos saber que Dios había intervenido en el hecho de no arrestarle pues la hora de Cristo aún no había llegado.
Para los fariseos fue insólito el hecho de que los alguaciles no hayan cumplido su encomienda, y es por eso que les hacen una pregunta que sin lugar a dudas tiene una única respuesta para los alguaciles «¿Acaso ha creído en Él alguno de los gobernantes, o de los fariseos?», (Juan 7:48). La respuesta por supuesto es no, entonces los alguaciles debieron haber pensado que tenían que llevar a Jesús arrestado y entregarle a los fariseos, pero los planes de Dios nos los cambia el hombre, todavía a Jesús no le había llegado Su hora.
Es bueno hacer notar que ciertamente habían autoridades que sí habían creído en Jesús, entre ellos, Nicodemo el que un día había ido a Él de noche y relato que está registrado en Juan 3:1-15. También hubieron muchos otros según lo cita Juan 12:42 «Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en Él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga». Es decir eran como muchos hoy día, “cristianos invisibles”. Pero debemos tener presente lo que dijo Jesús en Mateo 10:32-33 «A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, Yo también le confesaré delante de Mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, Yo también le negaré delante de Mi Padre que está en los cielos».
Volviendo al caso de los alguaciles, los fariseos lo igualaron sin ningún tapujo con las multitudes y dijeron «Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es», [Juan 7:49], de esa manera hacían alarde de su gran conocimiento de la ley, de ser cultos e intelectuales. Hermanos, que pena, porque hoy sigue sucediendo esa situación, muchos se consideran demasiados buenos, sabelotodo o poderosos para necesitar a Cristo en sus vidas.
Otro punto interesante, es la intervención de Nicodemo, él les dice a los fariseos que recuerden la ley de ellos, la cual decía que tenían que oír al hombre primero y saber que ha hecho, aquí apela a que traten con justicia a Jesús. A la verdad que la respuesta de los fariseos a Nicodemo fue sarcástica, vuelven a sacar a la luz lo que hay en su corazón, «Respondieron y le dijeron: ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta», [Juan 7:52]. Eso no es cierto, de Galilea sí salieron profetas, la Biblia registra dos, el profeta Jonás, [2º Reyes 14:25] que era de la ciudad Gath-héfer, un pueblo de Zabulón en Galilea, y Elías el profeta de Tisbe de Galilea, [1º Reyes 17:1].
En conclusión amados hermanos y amigos, nunca ningún hombre habló como Jesús, ni el rey David, dulce cantor de Israel, autor de las mayorías de los Salmos; ni su hijo Salomón, destacado por su sabiduría, por ser el más sabio de todos los hombres; nadie absolutamente nadie, se expresó como Jesús, quien transmitió a los hombres la Palabra de Dios de manera fiel y con autoridad, como le había sido dada por Dios el Padre, [Juan 17:8; Mateo 7:29; Marcos 1:22]; cargadas de gracia, misericordia, amor, bondad, verdad etc.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito “desde mi perspectiva particular” en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez