Jesús estaba conversando con los judíos que habían creído en Él, los cuales se sintieron incómodos con lo que Él les dijo sobre la libertad. Los judíos suponían que ellos eran libres como un derecho de nacimiento, de hecho era algo que hasta estaba establecido por la Ley. En su conversación con Jesús intentaban notar que ellos nunca habían sido esclavos de nadie, siendo esto una falacia, puesto que Moisés fue el libertador que los sacó de la esclavitud de Egipto, adicional a que muchos años más tarde fueron llevados al exilio por los babilonios, y de hecho en ese momento que conversaban con Jesús estaban bajo el dominio del Imperio Romano.
En la Ley inclusive estaba instituido que ningún judío podía ser esclavo, para que surtiera efecto se utilizaría la ley de la restitución, cuya forma es explicada en Levítico 25:39-42.
Los judíos tampoco entendieron lo que Jesús les hablaba de la esclavitud al pecado, y recordemos nosotros que esa fue parte de Su misión terrenal dar libertad a los cautivos, según Isaías 61:1 «El Espíritu de Jehová el Señor está sobre Mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel».
Para ellos fue extraño escucharle decir «De cierto, de cierto os digo que todo aquel que practica el pecado, esclavo es del pecado», [Juan 8:34].
El asunto del pecado es un tema que está claro para nosotros en este tiempo, lo que hemos creído en el Señor, y le hemos aceptado como nuestro Salvador. Es cierto que en algunas ocasiones hasta nos justificamos, y hacemos cosas que al final nos dejaran un amargo sabor a pecado por lo cual tendremos que sufrir consecuencias, soportar tristezas y hasta causar daños a nuestros seres queridos.
Clamemos a Dios para que Su fortaleza divina nos ayude a no ser practicantes del pecado, así como tomar decisiones sabias que nos edifiquen. Recordemos siempre que «Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica», [1 Corintios 10:23].
Pues bien, una vez aceptado el sacrificio de Cristo en la cruz es nuestro propósito hacer siempre la voluntad de Dios con deleite y permitir que en nosotros se haga vida lo que dice Juan 8:35 «Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres».
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito “desde mi perspectiva particular” en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez