Continuamos con la última parte de la oración sacerdotal de Jesucristo, en esta ocasión mis notas estarán basadas en los versículos que relatan la petición de Jesús por ‘los nuevos creyentes de las generaciones futuras’, es decir por Su iglesia.
La petición que Jesús externó al Padre era para que todas las personas de la tierra que en el futuro llegaríamos a conocer el Evangelio y creeríamos en Él cómo nuestro Señor y Salvador, pudiéramos recibir con Su sacrificio en la cruz la redención de nuestros pecados, y el regalo más valioso: la vida eterna.
¡Qué hermoso es ver como Dios responde a las peticiones de Su Hijo, nuestro Amado Señor Jesucristo! Su testimonio divino y el testimonio humano se unen para mostrar las evidencias de que Él es la Cabeza de la Iglesia, y nosotros somos Su cuerpo; estamos completamente unidos a nuestro Señor y Salvador «Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros», (Romanos 12:5).
El Señor dice en Juan 17:23 «Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a Mí me has amado». Esto nos habla de que la presencia en los creyentes del Espíritu del Padre y del Hijo es una unión perfecta. ¡Qué maravilloso es saber que esa unidad nos permite mantener una profunda comunión con Dios!, hace que se incremente nuestra fe, que dependamos absolutamente del Señor quien a pesar de venir al mundo a cumplir la misión de redención, se sacrificó por nosotros y murió; sin embargo, resucitó y Su gloria brilla a través nuestro.
El Señor ora para que seamos perfectos en unidad, y esto se refiere a la perfección del conocimiento, la santidad y la paz, teniendo todos un propósito común que a través de nuestro testimonio el mundo se convenza de que Cristo nos ha transformado porque es el Hijo de Dios, y cumplir así con la misión que nos ha dejado «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo», (Mateo 28:19). De esa forma se manifestaría visiblemente la unidad espiritual en la Iglesia.
Esta oración, Jesús la concluye diciendo «Y les he dado a conocer Tu Nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y Yo en ellos», (Juan 17:26). Gracias mi Dios porque “Tu nos amas” con ese amor inagotable que solamente Tu sabes amar.
Así llegamos al final del discurso de nuestro Señor Jesús en el Aposento Alto, el cual inició en el capítulo 13 del Evangelio de Juan y concluye con el capítulo 17. Estas sería la última conversación que Jesús tendría con Sus discípulos antes de iniciar Su camino a la cruz.
¡Qué hermoso es nuestro Rey que en vez mostrar consternación o decepción, da palabras de esperanza y llenas de amor y de gloria!
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez