En esta ocasión continuamos comentando acerca del interrogatorio de Poncio Pilato a Jesús. En ese momento sus acusadores no estaban allí presentes pues temían contaminarse al entrar en la casa de un gentil, provocando esto que no pudieran participar de la fiesta de la Pascua.
En fin allí estaban Pilato preguntando a Jesús “¿Eres tú el Rey de los Judíos?”, información que venía de la acusación de los judíos, sin embargo, «Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de Mí?», [Juan 18:34]. Aquí es interesante hacer notar que algunos eruditos de la Palabra leen esto como una afirmación y no a modo de pregunta. Podríamos entender que Jesús le hace la pregunta a Pilato para llevarlo a pensar que estaba haciendo un juicio apresurado dejando claro el servilismo tanto de él, cómo de los judíos, y cuya vileza y maldad quedaba de manifiesto.
Pues bien, dice la Biblia: «Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío?…», [Juan 18:35]. Esto lo dijo como burlándose de una forma despectiva, ya que él no era judío, ni conocía de su religión, insinuando entonces que había recibido la información de otros, es decir de sus acusadores. Por eso le responde que sus compatriotas junto a los hombres conocedores de las leyes de Dios y supuestos poseedores de alta integridad fueron los que le llevaron ante él atado, ya que ciertamente durante y al final del ministerio terrenal de Jesús se pone en evidencia lo que dice Juan 1:11, «A lo Suyo vino, y los Suyos no le recibieron».
Podemos entender que uno de los delitos que sus acusadores presentaron para que Pilato juzgara a Jesús fue el de ‘traición al gobierno’, pero para Pilato esto le resultaba increíble ya que un hombre sencillo como Jesús era imposible que pudiera ser una amenaza y establecerse como el ‘Rey de esa nación’. Por lo que le pregunta “¿Qué has hecho?”, esto era tratando de buscar un delito concreto por el cual debería llevarse a cabo el proceso judicial.
Nuevamente Jesús evade la pregunta y vuelva a tocar el tema de “Su reinado” diciéndole que no es terrenal, Su reino no es de aquí, estableciendo el contraste existente entre Su reino y el reino del mundo. Esto es algo que Pilato no entiende, e inclusive Sus mismos discípulos consideraban que el reino de Jesús seria terrenal pues cuando el Señor resucitó dice Hechos 1:6 «Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?».
En la respuesta que Jesús da a Pilato tampoco habla sobre Su regreso a establecer Su reino de gloria y eterno, reino que nosotros los cristianos, los que hemos sido lavados por Su preciosa Sangre, estamos esperando con anhelo y amor:
*«Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor», [Hebreos 12:14].
*«…la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores», [1 Timoteo 6:15].
Juan 18:37 dice: «Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres Tú Rey? Respondió Jesús: Tú dices que Yo Soy Rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la Verdad. Todo aquel que es de la Verdad, oye Mi voz». De esta manera nuestro Señor aquí se confiesa el Hijo de Dios ante Pilato, ciertamente él no le podía entender, pero Jesús aquí expresa una de las razones de Su existencia y «Le dijo Pilato: ¿Qué es la Verdad?», [Juan 18:38]. El no esperó respuesta de parte de Jesús, sino que de inmediato salió de la habitación y les dijo a los judíos que no halló delito alguno en Jesús, por lo que ante esa afirmación de Su inocencia, los sacerdotes comenzaron a lanzar acusaciones, a fin de tratar que le sancionaran con la pena capital.
Amados hermanos y amigos, con lo que hemos leído hasta ahora podemos considerar que Pilato estaba plenamente seguro y convencido de la inocencia de Jesús, y eso lo avala la Palabra de Dios, cito algunos los versículos:
* «Porque conocía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes», [Marcos 15:10].
* «Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús», [Lucas 23:20].
* «Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en Él; le castigaré, pues, y le soltaré», [Lucas 23:22].
* «El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a Su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad», [Hechos 3:13].
* «Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone», [Juan 19:12].
* «Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros», [Mateo 27:24].
Este capítulo concluye con la elección de dejar en libertad a Barrabás, un hombre ladrón, o a Jesús, ‘el Rey de los judíos’. Esta costumbre está basada en ‘la ofrenda por el pecado en el día de la expiación’ la cual le sugiero leer en Levítico 16:5-10.
En conclusión, los judíos decidieron que fuera dejado en libertad Barrabás, condenando así a Jesús a muerte de cruz. Decidieron que el pecado permaneciera en la tierra y la Verdad fuera crucificada en la cruz.
Yo pienso como se debió sentir Barrabás (de quien no se vuelve a mencionar nada en la Biblia), pues esa cruz estaba diseñada acorde a la estatura de él, tenía sus medidas de manera tal que pudieran soportar todo el proceso que atravesaría ante de morir crucificado. Me imagino a Barrabás, mirando a los lejos aquel inocente que había decido cargar el pecado y dar su vida por él. Barrabás quizás pensaba como pienso yo o cualquiera de ustedes: “¿Por qué preferiste morir crucificado y desangrando por mí? Tu gracia divina, Tu amor inagotable, y Tu misericordia hacia mí me maravillan”.
Hoy los que creemos en Él podemos decir: “Gracias mi Rey de reyes por venir a esta tierra a restablecer nuestra comunión con el Padre. Gracias por haber ejecutado el plan de redención que el Padre diseñó. Mi único anhelo y deseo con todo mi corazón en esta tierra es: Amarte con todo mi alma, con toda mi mente y con todas mis fuerzas; obedecerte y hacer Tu voluntad con deleite, arrepintiéndome con corazón sincero cuando te fallo; viviendo la vida en abundancia que me viniste a regalar y permanecer en Ti para poder verte cara a cara y estar contigo por la eternidad”.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez