Llegamos al relato de la victoria gloriosa de Cristo sobre la muerte la Resurrección de Jesús, la cual muestra que Dios aceptó Su sacrificio a favor nuestro, pues hemos sido redimidos del pecado; reconciliados con Dios, y nos dio la Salvación; y con ella el precioso regalo de la vida eterna, para vivir conjuntamente con nuestro Señor, ¡Esa es nuestra hermosa esperanza!
La historia inicia con la visita de María Magdalena al sepulcro. En aquellos tiempos era costumbre visitar el sepulcro de un ser querido hasta tres días después del entierro, por eso María Magdalena visitó la tumba del Señor el domingo muy temprano.
Recordemos que ella es la mujer de la cual el Señor había expulsado siete demonios, y que a partir de ese momento fuera una de las asiduas acompañantes de Jesús, llegando a reconocerlo como “Cristo”, así como a amarle con profunda devoción, y a colaborarle, tanto a Él como a Sus discípulos, en el sostenimiento del Ministerio.
Aunque Jesús estaba ya muerto, aun Sus enemigos continuaban manifestando odio hacia Él por lo que los principales sacerdotes y fariseos se reunieron con Pilato y «diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan Sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero», [Mateo 27:63-64]. «Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia», [Mateo 27:66].
Las autoridades habían enviado a sellar el sepulcro de Jesús, de forma tal que nadie la pudiera mover. Asimismo fueron colocados guardias para asegurar que nadie robara Su cuerpo. La entrada al sepulcro fue cerrada con una pesada piedra circular como la de los molinos, y en el suelo había una especie de hendidura o canal para que la piedra se deslizara, pero se requerían la fuerza de varios hombres para poder moverla.
Pues bien, al llegar María Magdalena a la tumba se quedó aterrada pues la piedra del sepulcro estaba quitada y vio que el Cuerpo de Señor no estaba, por lo tanto, salió corriendo a buscar a los discípulos Pedro y Juan para contarles lo que pasaba. Ella no esperaba la resurrección de Jesús, creía que se habían robado el cuerpo, pero sucedió que nuestro Amado Señor se levantó de los muertos ¡RESUCITÓ, ALELUYA! La tumba estaba vacía.
Juan fue el primero que llegó pero no entró al sepulcro, sino que se agachó en el suelo para mirar el interior y pudo ver que los lienzos estaban allí. Luego Pedro llegó y entró al sepulcro y pudo ver que los lienzos estaban allí y el sudario también, pero éste último no estaba colocado con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte, llamando esto la atención, ya que el sudario conservaba la forma de la cabeza; es decir que todo sucedió de una manera organizada y sin prisa, indicando esto que nadie se ‘robó el cuerpo’, que los lienzos y sudario no habían sido ‘desenvueltos’, sino como si el Cuerpo mismo se hubiese escurrido de los lienzos.
Cuando Pedro entró vio y creyó, pues se convenció de que Jesús resucitó. Cuando vieron la tumba vacía, los dos se acordaron de las Escrituras y las Palabras de Jesús, tal como Él dijo en Mateo 12:40, «Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches». Además dijo lo que registra Juan 11:25, «Le dijo Jesús: Yo Soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá».
Jesús es el Primogénito de entre los que murieron, «Más ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho», [1 Corintios 15:20]; pues aunque hubo varias resurrecciones antes de Cristo, (Lázaro, la viuda de Nain, etc.), todos ellos volvieron a morir. Sólo Jesús vive después de Su resurrección «Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos», [ 1 Corintios 15:21].
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez