Como les había comentado en mi infografía anterior el libro de Los Hechos de los Apóstoles relata los principios de la iglesia, es decir el origen del cuerpo espiritual. Pero de igual manera encontramos la defección en la Iglesia, pues debido a la persecución que comenzó en Jerusalén, la Iglesia tuvo que dispersarse, viéndose en la necesidad comenzar a reunirse en secreto.
La situación llegó a extremo tal que en el capítulo 7 de este libro vimos la defensa de Esteban ante el concilio, la cual es una recitación de la historia de la nación de Israel y su oposición y rebelión contra Dios. Esteban acusa a los del concilio de ser traidores y asesinos de Jesús, lo cual produce su odio más severo y conduce al apedreamiento de Esteban. (Sermón y martirio de Esteban, primer mártir). Siendo uno de los involucrados en esta persecución, Saulo de Tarso, fariseo reconocido; hombre educado, culto y muy religioso.
Saulo, quien más adelante le fuera cambiado el nombre a Pablo, dice de él en Gálatas 1:13-14 «Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba; y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres».
En este precioso capítulo 9 vemos a Saulo quien tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan el nombre de Jesús, ser un hombre tocado por el Señor, efectuándose así ‘su conversión al cristianismo’; ¡qué milagro tan maravilloso!
Saulo iba camino a Damasco cuando una luz le rodeó, y esa luz era Cristo ‘la luz celestial’, vio al Señor, su misma gloria, una luz más resplandeciente que el sol; y el Señor le habló «Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie», [Hechos 9:7].
Pues bien este relato vemos cómo el Señor se le presenta y habla con él. Sí, al mismo Saulo quien llegara a ser el perseguidor principal de los seguidores del Señor y por ende del mismo Señor tal como expresa Lucas 10:16 «El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió». Aquel fariseo culto cuya “ceguera espiritual” era sombra de su ignorancia y rebeldía hacia todo lo concerniente a nuestro Señor Jesucristo y Su Evangelio.
Saulo le preguntó: “¿Quién eres, Señor?” Le habló con respeto; pues lo reconoció como una autoridad “superior”; y el Señor se identificó como «Jesús», a cuyo Evangelio Saulo se oponía con vehemencia. Es bueno notar que Cristo le dice “dura cosa te es dar coces contra el aguijón”, el aguijón es una vara aguzada en la punta que sirve para hacer avanzar a una pareja de bueyes. El Señor le dijo una expresión proverbial que significa “obstinarse en resistir a una fuerza superior”. Luego Saulo le responde “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”, esa es un manera de expresar su convicción de que Jesús a quien él perseguía era “Cristo, el Señor” y que se sometía a Su voluntad.
En fin, quedo Saulo completamente ciego, sintiendo su condición de pecador y a su vez la misericordia y el amor de Cristo quien lo llamó. Ahora la ceguera de Pablo era tan real físicamente, y a su vez figura de la ignorancia espiritual en la cual había vivido. Así pasó tres días, sin ver el mundo exterior; sin comer ni beber; probablemente cargado de dolor y tristeza, clamando a Dios arrepentido de sus pecados y sintiendo Su perdón y salvación. Sí, mis amados hermanos y amigos, pues así un día ocurrió con la mayoría de nosotros, pasamos al igual que Saulo, de “muerte a vida”, ya que en el momento de nuestra conversión comenzamos a cambiar de perspectiva, a ver las cosas de este mundo de manera diferente, empezamos a recibir las guianzas de Dios para nuestras vidas, a adorarle y hacer Su voluntad por amor a Él.
Los hombres que estaban con él, sabían que algo grande y sobrenatural había sucedido, puesto ellos oyeron también la voz que le hablo pero no vieron al que hablaba. Vieron a Saulo levantarse de la tierra y que no podía guiarse, por lo que tuvieron que tomarle de la mano y meterlo en Damasco.
El Señor le había dicho que entrara a la ciudad y allí le diría que tendría que hacer. En nuestra próxima infografía continuaré con esta impactante historia, Dios así lo permita.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez