En estos primeros versículos, Romanos 1:1-7, encontramos la presentación que brinda el Apóstol Pablo a los destinatarios de esta epístola, así como el saludo afectuoso que le acompaña. Él se identifica primero como “siervo”, esa palabra viene de la traducción de griego “doulos” (G1401), que significa “esclavo”, uno que está en sujeción a la voluntad de otro, y esto se aplica a los discípulos de Cristo, tal como expresa 1 Corintios 7:21-23.
Se destaca que Pablo se hizo esclavo de Jesucristo voluntariamente, por amor a Él y no por imposición; recordemos que el Señor dice en Apocalipsis 3:20. «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo». Jesús nunca obligará a nadie a seguirle para hacerle su dueño y Señor, leamos Juan 5:40 «y no queréis venir a mí para que tengáis vida».
Es bueno mencionar que en aquella época un “esclavo” de alguien con estatus importante, tenía más autoridad, libertad y mejor posición que un ciudadano libre; así somos nosotros los cristianos, pues «y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres», [Juan 8:39]; sabiendo que la “Verdad” es “nuestro Señor Jesucristo”.
“Llamado a ser apóstol”, la versión “La Biblia de las Américas” (LBLA), tiene la particularidad de mostrar en letras cursivas las palabras que no aparecen en los manuscritos originales; y durante mi lectura de estos versículos en la versión LBLA pude notar que las palabras “a ser” están escritas en cursivas, indicando esto que fueron colocadas por los traductores para poder dar sentido a la traducción; este aporte de esa versión nos permite mantener el verdadero sentido del pasaje en cuestión. Ante lo expuesto, entonces podemos considerar que la lectura de Romanos 1:1 sería “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado apóstol, apartado para el evangelio de Dios”.
Este hombre reconoce que tuvo un “llamado” de parte de Dios para realizar una misión, y después de siervo de nuestro Señor Jesucristo supo que fue apartado desde el vientre de su madre tal como él expone en Gálata 1:15. ¡Qué hermoso amados hermanos!, al igual que Pablo usted y yo estamos aquí con una misión, un propósito que cumplir, y solo por Su gracia hemos de alcanzarlo. Recordemos siempre que “gracia” es un regalo inmerecido y gratuito; gloria a Dios!
En el versículo dos nos habla del poder disuasivo del evangelio de Dios, el cual fue anunciado a través de los profetas del Antiguo Testamento mucho antes de que estos hechos se produjeran, y se trata de que nuestro Señor Jesucristo habría de venir; siendo algunas de esas profecías: Salmo 118:22; Isaías 11:1; Zacarías 9:9-11 y Zacarías 12:10. Muestra el cumplimiento de las profecías dadas acerca de Jesucristo, que fueron dadas desde el inicio de la creación [Proverbios 8:23].
El Señor Jesús es el Hijo encarnado y que procede de la simiente de David, y de esa forma se despojó de sí mismo, tal como dice Filipenses 2:7 «sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres», a los que se llama ‘Kenosis de Cristo’, la doctrina del auto-despojo de Cristo de su gloria y poder en Su encarnación. La glorificación de Jesucristo por medio del Espíritu Santo fue revelada después de la resurrección.
Los llamados son los que han oído y/o a quienes se les ha extendido la invitación a ser de Jesucristo, «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo», [Apocalipsis 3:20]. ¡Qué bendición tener la oportunidad de tener esta conexión con el Señor!
Usted servimos al Dios vivo, Él es nuestro dueño, el único y soberano Dios, al cual adoramos. Por su gracia dispongamos vivir en santidad, “apartados para Dios”, alejados del pecado, lo cual con el poder del Espíritu Santo podemos alcanzar, pues bien Dios nos invita a eso en 1 Pedro 1:16 «porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo»; además recordemos que es un requisito para ver a nuestro anhelado Señor, «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor», [Hebreos 12:14].
Por último, los judíos se saludaban regularmente utilizando la palabra ‘paz’, mientras que los griegos utilizaban el término ‘gracia’. Pablo le añade el saludo cristiano ‘de parte de Dios y el señor Jesucristo’.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez