Hemos llegado al hermoso relato donde Dios promete un profeta como Moisés, y ese profeta era el Mesías, nuestro Señor Jesucristo, pues solo él era “como Moisés” «Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara» ; si, nuestro amado Señor Jesucristo reunía todas las condiciones que superaban a Moisés:
- Es el mediador por excelencia entre Dios y los hombres. 1 Timoteo 2:5 «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre».
Moisés era el mediador entre el pueblo de Israel y Dios [Deu 5:27].
- Hacedor de milagros y maravillas. Mateo 13:54 «Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros?».
Moisés hizo muchos milagros para sacar al pueblo de Israel de Egipto [Ex 4 al 10]
- Intimidad comunión con Dios, pues ellos uno son. Juan 10:30 «Yo y el Padre uno somos».
Moisés había conocido a Jehová cara a cara [Deu 34:10].
- Todas Sus palabras vienen de Dios. Juan 14:10 «¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras».
Moisés le transmitía al pueblo la Palabra de Dios [Deu 5:5].
El pueblo de Israel había escuchado la voz de Dios y tuvieron miedo de morir si lo volvían a escuchar, es por eso que piden a Moisés que sea él quien se acerque a Dios para que escuche lo que tiene Él tiene que decirles, y que luego se los transmita al pueblo para ellos hacer lo que Dios le pide [Deu 5:24-27]. Es decir le pidieron a Moisés que fuera el mediador entre el pueblo y Dios y que ellos obedecerían. A Dios le agradó el temor reverencial a Su divina majestad mostrado por el pueblo.
La promesa decía del “profeta” que sería el nuevo “mediador” vendría del mismo pueblo de Israel, es decir sería judío; y que sería levantado por Jehová, el Dios de Israel, y el pueblo lo oiría, ya que vino a continuar la obra de revelar la voluntad divina de Dios a Su pueblo. Es bueno destacar que el Apóstol Pedro hace mención de la profecía de «profeta prometido» en su sermón de Hechos 3:22-23, la cual se cumple en la persona de Cristo.
Dios le dijo a Moisés que «Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare» (Deu 18:18), y precisamente eso dijo Jesús en «Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí», [Jn 14:10]. Dios se dirigió al pueblo a través de Su mediador, el Señor Jesús, quien les habla en nombre de Dios.
Ciertamente el Señor Jesucristo habló como Jamás hombre alguno lo había hecho. En cierta ocasión, los alguaciles habían ido en búsqueda de Jesús con la intención de arrestarlo y cuando regresaron de su travesía volvieron sin Él, según lo que respondieron a los fariseos eso fue así debido a que nunca habían oído a nadie hablar como Él [Jn 7:45-46]. Estuvieron con Jesús, le escucharon hablar, seguro Él no les estaba justificando por qué no debían arrestarle, me imagino que les hablaba de la Palabra de Dios, y que gran admiración sintieron los alguaciles, y no era de esperar menos, pues ciertamente al nosotros leer Sus palabras en la Biblia, nos quedamos maravillados y tocados por el Espíritu Santo. Particularmente a mí esto me trae a la memoria lo que dice Romanos 10:17 «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.» Asimismo, debemos saber que Dios había intervenido en el hecho de no arrestarle pues la hora de Cristo aún no había llegado.
Continuando con nuestro relato, «Dios dijo más a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta», [Deu 18:19], esto es una advertencia para aquellos que rechazaran Sus palabras enviadas a través del Mesías, lo que sugiere un severo castigo para quienes no obedecían las palabras del profeta enviado por Dios, nuestro Señor Jesucristo, y recordemos lo que dice Juan 1:11 «A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron», así fue, Jesús vino a Su propio pueblo y lo rechazaron, pero sin embargo que hermoso lo que dicen Juan 1:12 «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios». Mis amados hermanos y amigos, en este último grupo estamos tu y yo, pues hemos creído en Jesús como nuestro Señor y Salvador, y por lo tanto hoy somos “hijos de Dios”, ¡Gloria a tu mi amado Señor!
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez