Este relato comienza con las salutaciones a las siete iglesias que están en Asia, una región que hoy conocemos como Asia Menor. Asumo que el apóstol Juan tenía una gran influencia en estas iglesias, ya que se presenta por su nombre, «Juan,» sin necesidad de una introducción elaborada. Aunque había sido pastor de la iglesia en Éfeso, muy probablemente también actuaba como supervisor de las iglesias en esa área.
Es importante señalar que el hecho de que Juan salude solo a siete iglesias no significa que no existieran otras. Debemos recordar que el número siete en la Biblia simboliza lo completo y perfecto; por lo tanto, podemos entender que estas iglesias son representativas de “la historia completa de la iglesia.”
El saludo común de los apóstoles en sus epístolas es “gracia y paz sean a vosotros.” La palabra «gracia» proviene del término griego *járis* (G5485), que era el saludo utilizado entre los gentiles, mientras que «paz» es el saludo hebreo *shalom*. Este saludo refleja la posición de los creyentes ante Dios: «en gracia,» lo cual trae como resultado la «paz». Como dice la Escritura: «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor» [Hebreos 12:14]. Qué hermoso es leer que este saludo es dado por la Trinidad misma:
– “El que es, el que era y que ha de venir”, se refiere a Dios, enfatizando Su naturaleza eterna y su Soberanía.
– Los «siete Espíritus que están delante del trono» representan al Espíritu Santo, tal como lo describe Isaías 11:2: «Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová». El número siete es símbolo de totalidad y perfección, y al referirse a las siete iglesias, es claro que se está incluyendo a todas las iglesias en esta representación.
– Y Jesucristo, es identificado con varios títulos que reflejan su misión y su autoridad, veamos:
a) «Testigo fiel»: El único testigo digno de confianza para revelar la verdad contenida en el libro de Apocalipsis, porque Él ha transmitido fielmente lo que ha oído del Padre. Como Jesús mismo afirmó: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí», [Juan 14:6]. Su título como «testigo fiel» nos habla también de su ministerio como profeta, mostrando con fidelidad el carácter de Dios.
b) “Primogénito de los muertos”: Se refiere a la resurrección. Él fue el primero en resucitar de entre los muertos para no morir jamás, y lo hizo en un cuerpo glorificado. Así, Jesús es el autor de la resurrección y de la vida, y al identificarnos con Él en su muerte, también participamos en la novedad de vida en su resurrección. Como declara Romanos 6:5-6: «Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado».
c) “Soberano de los reyes de la tierra”: Durante su ministerio terrenal, Satanás intentó desviarlo de Su misión ofreciéndole los reinos de este mundo: «Otra vez lo llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos. Y le dijo: ‘Todo esto te daré, si postrado me adorares», [Mateo 4:8-9]. Pero Jesús ya poseía toda autoridad y la mantuvo, entregándose como sacrificio por nosotros. Como Soberano de los reyes de la tierra, nuestro Señor Jesús ejerce la autoridad suprema, y esto anticipa Su posición final en el milenio, cuando Su reinado será absoluto, tanto terrenal como celestial. En ese momento, se cumplirá la profecía: «Cada rodilla se doblará ante Él, y cada lengua confesará que Él es el Señor», [Filipenses 2:10-11].
Apreciados hermanos y amigos, es importante recordar que Jesús nos ama con un amor inagotable, como lo muestra Juan 3:16. Este amor fue manifestado en su obra redentora: al morir en la cruz, Él nos lavó de nuestros pecados con Su sangre, borrando todas nuestras transgresiones. Agradecemos inmensamente el alto privilegio y gran bendición que nos ha dado al hacernos «reyes y sacerdotes,» no porque lo merezcamos, sino por Su gracia. Como dice 1 Pedro 2:9: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable».
Quiero finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que con este comentarios no pretendo dar una certificada y legítima interpretación de la Biblia, sino más bien expresar desde “mi perspectiva particular” en apego a los conocimientos propios obtenidos por el estudio personal de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo que espero que estos anotaciones les sirvan a ustedes para iniciar sus lecturas propias, las cuales sean transformadas en “escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia”, de manera que también puedan identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a sus vidas y así ser saciados del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez