«Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado», [Nehemías 1:5-6].
Interceder es invocar por alguien y llevarle la carga a Dios. Es el momento donde el hombre se niega a sí mismo no pidiendo para el sino para otros. Cuando intercedemos por otros en oración dejamos de pensar en nosotros mismos y comenzamos a pedir en oración por las ‘necesidades de otros’.
Elevamos nuestras oraciones al nuestro amado Señor Jesucristo, pidiendo en ‘Su nombre’, a fin de que ‘Dios intervenga’ en el asunto de nuestra petición. El objetivo del intercesor es ver las obras de Dios a favor de las personas por las cuales hemos intercedido.
La Biblia está repleta de hombres y mujeres intercesores quienes clamaron y gimieron con corazones sinceros, parándose a la brecha por una necesidad de una persona o nación. Lo hermoso es ver como Dios les dio la victoria de acuerdo a Su perfecto plan. Algunos ejemplos de intercesores son: Abraham, Esther, Nehemías, Daniel y David.
La intercesión más maravillosa y que no tiene fin es la de Jesucristo, quien siempre está ante el Padre intercediendo por cada uno de los suyos. Que hermoso y cuán profundo amor tiene nuestro amado Señor por nosotros! Podemos leer una muestra de la oración que Él presentó al Padre la cual está en Juan 17.
Imitemos a Jesús, intercedamos los unos por los otros!
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito “desde mi perspectiva particular” en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez