Mientras investigaba sobre el tema de “Solteros viviendo en santidad” para escribir mi novela “Volando hacia la santidad”, un hombre cristiano me dijo que acá en Estados Unidos, en su cultura, es normal que un hombre y una mujer salgan y en su primera cita se besen en la boca (no estoy diciendo en los labios); exactamente me dijo “un beso con pasión” (tampoco estoy generalizando, simplemente estoy haciendo eco de lo que me dijeron). Siendo así y tomando en consideración lo que señala el Dr. William F Harley, Jr. en su libro “Lo que él necesita, lo que ella necesita”, del cual comenté en mi anterior infografía (8.1.6), donde nos indica que la principal necesidad del hombre es la “plenitud sexual”, y la principal necesidad de la mujer es el “afecto», es importante que cuando dos personas que se atraen y salen en una cita, tomen en consideración que ambos podrían estar deseando momentos de expresiones físicas del amor; y es allí donde debemos tener mucho cuidado y poner mucha atención.
De nuevo, la cultura de nuestros días va hacia lo superficial, hacia vivir el momento, buscar solamente el placer. Antes se creía que el noviazgo era la oportunidad de conocer a tu novio/a a fin de, con ese conocimiento, decidir si querían pasar el resto de tu vida con esa persona; hoy día en muchos caso ya no es así. Tengo la fuerte impresión de que en la mente de muchos jóvenes el noviazgo es una oportunidad de ‘pasarla bien’, y ese ‘pasarla bien’ puede significar algo diferente para cada persona, pero conlleva la idea de no pensar en el futuro, ni de profundizar mucho, sino más bien de vivir el momento.
Es bueno recalcar que no se debe aceptar una “cita” si la persona no tiene evidencias de su amistad con nuestro Señor Jesucristo, pues bien dice la Biblia «No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?», [2 Corintios 6:14].
Opino que el hombre es quien debe dar los pasos concretos para mostrar su interés en establecer una relación de amistad con su ‘futura ayuda idónea’, convirtiéndolo así en ‘el cazador’. Emito esa opinión por lo que dice en Proverbios 31:10 «Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas». Es decir debe ser buscada, y al encontrarla la identificarla como una piedra invaluable.
Para mí tener una cita con alguien del sexo opuesto es con la clara idea en mente: «Deseo que conozcamos bien nuestras afinidades o semejanzas en el alma para de ese modo descubrir si realmente somos compatibles; para comprobar con tanta convicción como nos sea posible, que estamos dispuestos a que construir un proyecto de vida juntos teniendo como centro de nuestra vidas al Señor Jesucristo o si por el contrario solamente debemos continuar teniendo una amistad”. De esto comentaré en otra ocasión.
En otro orden de ideas, es bueno destacar que tanto el hombre como la mujer deben someterse a Cristo. En el Señor tanto el hombre como la mujer son iguales; ninguno de los dos tienen niveles de superioridad o inferioridad; no obstante ante Cristo y la sociedad ambos tienen roles diferentes. Y en el matrimonio la cabeza del hogar es el esposo, así como Cristo es la cabeza de la iglesia.
Para nosotros los cristianos la palabra someter o sujetar tiene un significado muy atado y de la mano con la palabra amor. Totalmente diferente a lo que entenderían en el mundo.
‘Sujetar’ según el diccionario RAE es someter al dominio, señorío o disposición de alguien. ‘Someter’ es subordinar el juicio, decisión o afecto propios a los de otra persona; también significa: Proponer a la consideración de alguien razones, reflexiones u otras ideas. Ese último significado se asemeja a lo que quiere significar el versículo, pero sabiendo que la última palabra la tiene el esposo. Aclaro que no estamos hablando de que el esposo tendrá una dictadura en casa, no. Todo esto se hace con amor, pero la mujer debe saber que debe estar sujeta al hombre.
Asimismo, todos los que somos cristianos sabemos que no debemos tener relaciones sexuales fuera del matrimonio tal como expone la Palabra de Dios en Gálatas 5:19-21. Fornicar es un pecado. Sin embargo, debemos recordar siempre que la tentación puede usar sus más íntimos y escondidos deseos para que no pensemos con claridad. Aprendamos a controlar nuestros pensamientos, allí es donde el “Enemigo” tira los dardos y esa es una de las principales armas que tiene contra nosotros, por eso la Palabra nos manda a ponernos el yelmo de salvación, eso lo dice en Efesios 6:17 «Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios».
Recordemos en todo momento que nosotros somos cristianos y nunca debemos de actuar de manera tan absurda y hasta pretenciosa al pecar, escudándonos bajo el manto de la misericordia y bondad que nuestro amado Dios nos regala por ser Sus hijos; tal como dice en Romanos 6:1-2 «¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?».
En definitivas debemos agradar a Dios en todo, ese debe ser nuestro deleite, tal como dice Salmo 40:8 «El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón». Debemos mantenernos limpios y puros para los futuros cónyuges que un día el Señor nos entregará.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez