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1.21. Jacob Bendice a Levi

«Y llamó Jacob a sus hijos, y dijo: Juntaos, y os declararé lo que os ha de acontecer en los días venideros», [Gén 49:1].  Era una costumbre entre los patriarcas bendecir a sus hijos augurándoles el destino de sus vidas en el futuro; y esto es mostrado en la Biblia por ejemplo como Isaac quien antes de morir, había profetizado los destinos de Jacob y de Esaú [Gén 27:4].

Pues bien, Jacob bendijo a cada uno de sus hijos, quienes son el linaje de hombres que Dios utilizó para formar la nación de Israel.

En fin, Jacob no dio ninguna bendición a Simeón y Levy, quienes fueron compañeros cometiendo el mismo pecado, por eso que al momento de darles la bendición [Gén 49:5-7], y les recuerda que ellos entraron en la ciudad de Siquem y mataron a todos sus hombres, porque deshonró a su hermana Dina, la hija de Lea con Jacob; relato narrado en Génesis 34.

 

El capítulo anterior se destaca como esos dos hijos mintieron para cometer un acto tan infame y de esa manera vengar la violación hecha a Dina por Siquem.  Leví  y Simeón mataron a Siquem y a su padre, Hamor a filo de espada; y tomaron a su hermana de casa de Siquem, y se fueron; saqueando la ciudad tal como expone Génesis 34:27-29.

Es bueno notar que Jacob no tuvo nada que con la venganza practicadas por sus hijos en contra de Sequim, es por eso que preanunció un juicio en contra de Simeón y Levy dispersándolos entre los hijos de Israel. Sin embargo, vemos como solo la gracia de Dios puede tomar un hombre cruel como Leví y hacer de él, el líder de la tribu sacerdotal, debido a fidelidad a Dios al aniquilar a los que adoraron al becerro de oro, [Ex 32:26-29].

Leví fue escogido por Dios para “sacerdote”,  ejerciendo las funciones de adoración, alabanza, sacrificios, ofrendas, y otros. «Habló además Jehová a Moisés, diciendo: He aquí, yo he tomado a los levitas de entre los hijos de Israel en lugar de todos los primogénitos, los primeros nacidos entre los hijos de Israel; serán, pues, míos los levitas», [Núm 3:11-12].

Es la gracia de Dios que ha hecho de nosotros los creyentes (pecadores), un reino de sacerdotes, [1 Pe 1:18], y es por eso que el pronunciamiento o bendición de Dios para nosotros  dice:  «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable», [1 Pe 2:9].

«Pues ustedes saben que Dios pagó un rescate para salvarlos de la vida vacía que heredaron de sus antepasados. Y el rescate que él pagó no consistió simplemente en oro o plata sino que fue la preciosa sangre de Cristo, el Cordero de Dios, que no tiene pecado ni mancha», [1 Pe 1:18-19NTV]. «Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos», [Heb 4:16NTV].

Recordemos siempre que “al ser hechos sacerdotes” nuestra recompensa no está en la tierra, nuestra herencia está en los cielos, en Dios mismo, tal como lo expresa «Mas a la tribu de Leví no dio Moisés heredad; Jehová Dios de Israel es la heredad de ellos, como Él les había dicho», [Jos 13:33].

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

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