Éxodo es el gran libro de la redención en el Antiguo Testamento. Es una continuación de la historia que comenzó en el Génesis y que concluirá en el libro de Números. La maravillosa historia que nos relata el libro de Éxodo, cuyo significado nos habla de la “salida” de Israel (pueblo escogido por Dios), librado de la esclavitud de Egipto y guiado hacia la tierra prometida por Dios.
Esto se asemeja a nosotros, tal como lo dice el apóstol Pablo en 1 Corintios 10:11 «Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos». Sí, el libro de Éxodo nos muestra la figura de Cristo en su preciosa obra sustitutiva de “redención divina”, su muerte en la cruz del calvario, a fin de sacarnos de nuestra vana manera de vivir y regalarnos lo que nos prometió “una vida terrenal en abundancia” [Jn 10:10b] y llevarnos a la tierra prometida “una vida eterna junto con Él” [Jn 3:16]”.
El pueblo de Israel se mantuvo durante 400 años [Gen 15:13] viviendo como esclavo en Egipto. Nace allí un niño descendiente de los israelitas al cual Dios protege de la muerte, es decir de genocidio decretado por el Faraón. Por milagro de Dios el niño llega a ser adoptado como propio por la hija del faraón, pero con la bendición de que fue criado por su madre natural, Jocabed [Ex 2]. Su nombre es Moisés, vivió sus primeros 40 años en la casa real. Luego tuvo la necesidad de huir al desierto debido a que mató a un egipcio que estaba abusando de un esclavo israelita. Pasó otros 40 años en el desierto, donde se casó y fue pastor de las ovejas de su suegro. Es en el desierto donde tiene la experiencia más maravillosa hasta entonces, “escuchar la voz de Dios en medio de la zarza ardiente”, allí fue comisionado para liberar de la esclavitud al pueblo de Israel.
Moisés regresa a Egipto y le habla al faraón para que deje ir al pueblo a adorar a Dios. Más adelante leemos la diferentes confrontaciones que tuvo con el faraón, quien con corazón endurecido no aceptó permitir al pueblo de Israel adorar a Dios en el desierto, en una ocasión les dijo «!De acuerdo! Vayan y ofrezcan sacrificios a su Dios, pero háganlo aquí, dentro del reino», [Ex 8:25]. Eso es algo inaceptable, un creyente nunca puede consentir acuerdos como ese “nada tiene que ver la luz con las tinieblas”. Egipto era una nación altamente idolatra, de hecho podemos ver que cada una de las plagas que Dios les envió como juicio por no aceptar el mandato divino, correspondían a uno de los dioses que ellos adoraban, [Ex 7-11].
La última plaga fue la de muerte de todo primogénito, es el postrero juicio que Dios envía a Egipto ante de la salida de Israel; esto porque los egipcios consideraban que los primogénitos tanto de los hombres como de los animales pertenecían a sus dioses. Dios además le dio instrucciones a pueblo de que matara un cordero por cada casa y que colocaran la sangre en los dinteles de las puertas de su casa. También les dijo que debían comer el cordero mientras estaban preparados para salir de Egipto. Sucedería que cuando el ángel pasara por la casa donde viera la sangre pasaría de largo. Así se instituye la primera de las siete fiestas del Señor ‘La pascua’, como recordatorio por haber sido librados de esa plaga, y siendo esto figura de la redención que Cristo, el cordero inmolado, que fue sacrificado por nosotros y que hoy mediante Su sangre derramada por nosotros, somos salvos y viviremos junto con Él en la vida eterna.
Finalmente Dios le dio la victoria al pueblo de Israel y el faraón accedió a que el pueblo saliera, no obstante luego se arrepintió, los persiguió con todo su ejército, allí Dios hace el tremendo milagro de abrir el mar Rojo para que el pueblo lo cruzara en tierra seca, y cuando terminó de pasar el último de los israelitas Dios juntó las aguas del mar, quedando enterrados los egipcios.
Fueron mucho los milagros de provisión que Dios le dio al pueblo, ya de camino al monte de Sinaí el pueblo se quejó de hambre y Dios le dio maná del cielo (figura de Cristo); luego tuvieron sed, y Dios le dio agua (sombra de la Palabra de Dios). Los protegió todo tiempo en su caminar, le enviaba columna y nube de fuego, para ser cubierto por el sol de día y alumbrar su camino durante la noche. Sus vestiduras ni zapatos nunca se desgastaron y hasta los pies les crecían sobre ellos.
Cuando llegaron al monte Sinaí Dios hizo un pacto con Moisés le entregó los “10 mandamientos” y nuevas leyes. Sin embargo estando Moisés apartado en el monte aun recibiendo instrucciones de Dios el pueblo se rebeló y Aarón se sintió presionado y cedió a sus deseos, le hizo un ídolo, el becerro de oro. Luego de que pueblo se purificó por motivo de este pecado Moisés los lleva a construir “el Tabernáculo” del cual nos habla Hebreos 8:5 «los cuales sirven a lo que es copia y sombra de las cosas celestiales, tal como Moisés fue advertido por Dios cuando estaba a punto de erigir el tabernáculo; pues, dice El: Mira, haz todas las cosas CONFORME AL MODELO QUE TE FUE MOSTRADO EN EL MONTE».
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez