Este hermoso libro narra la singular historia de Ester, hermosa joven judía quien de manera especial llega a ser la nueva reina de Persia, y ocupando esa posición arriesga su vida para salvar del genocidio a su pueblo, Israel.
Pues bien, recordemos que desde el libro de Éxodo vemos una lucha intrépida entre los amalecitas y los judíos (hebreos), por lo que entre líneas se puede ver el odio racial descrito aquí, pues Amán el amalecita y líder principal de la corte persa ideó el plan para el genocidio total de los judíos como forma de venganza porque Mardoqueo (primo y padre de crianza de Ester) no se postraba ante él. Ester se entera de eso y arriesgando su vida se presenta ante el rey sin haber sido invitada, lo que significaba en esa época exponerse a la muerte. El rey la recibió con agrado y ella como mujer sabia invita al rey y a Amán a un
banquete, provocando así el momento oportuno para contarle al rey el motivo de su visita. Llegado el momento le comunica al rey Asuero la situación a la cual él puso término a la situación dejando sin efecto el edicto de genocidio y llevando a Amán a la horca, mostrando esto el cuidado providencial de Dios para con su pueblo, Israel.
Este libro tiene la particularidad de que el nombre de Dios no es mencionado, por lo que nos aferramos a lo que dice Deuteronomio 31:18 «Pero ciertamente yo esconderé mi rostro en aquel día, por todo el mal que ellos habrán hecho, por haberse vuelto a dioses ajenos». Digo esto porque a pesar de Dios haber escondido Su rostro del pueblo, por su infinita misericordia y grande amor la mano de Dios está en todo el libro de principio a fin. A su vez es bueno considerar que hasta hoy día esta historia es sagrada para los hebreos quienes ven en la misma muchas de las defensas de sus convicciones como pueblo de Dios.
Otra tremenda enseñanza que podemos encontrar aquí es relativa al ayuno, esa tremenda disciplina espiritual donde el cuerpo es humillado para que Dios sea nuestra única fuente de fuerza y que aunado a la oración a nuestro Dios Todopoderoso, cambiemos nuestra actitud y nos concentramos solamente en Dios y tengamos total dependencia en Él al momento de tomar decisiones. En este caso pudiéramos decir que el pueblo estableció ese ayuno para buscar el favor divino de Dios, aunque su nombre no está escrito, pienso que de esa manera queda implícito.
Pues bien, Ester como reina renunció a su propia vida a fin de salvar a su pueblo de la muerte, al igual que Cristo siendo en forma de Dios se despojó a sí mismo y entregó su vida para salvar al mundo pecador de la muerte eterna. «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz», [Filipenses 2:5-8]; «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna», [Jn 3:16].
Como recordatorio de este gran milagro cuyo conflicto pudo haber llevado al exterminio al pueblo judío, quedó instituida la fiesta del “Purim”, la cual es celebrada hasta hoy, considerada por los judíos como uno de los días más alegres de la nación.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez