Jesús es «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo», [Juan 1:29b]. Para entender mejor ese título le sugiero leer Éxodo 29:38-42, en donde la Biblia habla del método sacrificial que se realizaba para la expiación por los pecados del hombre, y así ser librados de los juicios de Dios. Debemos saber que en el tiempo del Antiguo Testamento existía el Tabernáculo, lugar donde se realizaban los sacrificios para el perdón de los pecados del pueblo. En ese entonces se ofrecía el sacrificio de un animal perfecto, a fin de que Dios recibiera como ofrenda su sangre, pues como dice Hebreos 9:22 «Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión».
Asimismo, tanto en el Tabernáculo de Moisés, como en el Templo de Jerusalén, se sacrificaban cada mañana y tarde diferentes tipos de animales, (dependiendo de la capacidad económica de cada cual), entre ellos se incluía ‘el cordero’.
Para los judíos tiene un significado muy grande ‘el sacrificio de cordero’, pues durante la última plaga que envió Dios a Egipto, la muerte de todo primogénito sea hombre o animal, y que motivó que el faraón dejara salir al pueblo de Israel, precisamente el Señor mandó que los hebreos sacrificaran un cordero por familia, y colocaran en los dinteles de las puertas, la sangre, de forma que sirviera de señal para cuando el heridor o ángel de muerte, pasara, no hubiera muertes de los primogénitos de ese hogar, (Éxodo 12:23). Hasta hoy en día los judíos celebran esa gran victoria con la fiesta de la ‘Pascua’.
Todo el procedimiento sacrificial nos habla de ‘Cristo, el Cordero de Dios’; del perfecto sacrificio que Él hizo en la cruz por usted y por mí. Sí, espiritualmente esto nos dice que únicamente por Su sangre derramada en la cruz del calvario, es que nosotros tenemos acceso al Padre, [Efesios 2:18].
Qué hermosa esperanza tiene el hombre de poder vivir en esta tierra la vida en abundancia que Cristo nos vino a regalar a precio de Su sangre preciosa; y lo mejor, poder ‘vivir la Vida Eterna’ conjuntamente con Él, «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna», [Juan 3:16].
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez