En los tiempos de Jesús muchas personas ‘creyeron superficialmente’ en Él, al igual que hoy. En ese entonces les impresionaban las señales que Jesús hacía, sin embargo, no se entregaban a Él como ‘discípulos genuinos’, y como Jesús les conocía no confiaba en ellos, sabía que no tenían fe; no confiaba en la autenticidad de su creencia pues Él conoce el corazón de todos los hombres, «Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más profundo del corazón», [Proverbios 20:27].
Amigos y hermanos, es la Palabra de Dios el único medio que el Señor usa para transformar las vidas de las personas, y provocar el cambio en ellos para despertar la fe en sus corazones; la ‘fe salvadora’ no viene por ver señales, «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios», [Romanos 10:17]. Es decir, no son los milagros la razón por la cual un hombre cree en Jesucristo, pues cuando una persona ve un milagro se conmueve su alma, y luego olvida o cuestiona. Muchas veces cree en lo sucedido pero no en el Autor del milagro, y las personas se tienen que convertir al cristianismo por el testimonio de Jesucristo, quien es el que hace los milagros.
Para que una persona se convierta a Cristo necesita darse cuenta de que existe la condenación eterna, debe abandonar la vida pecaminosa a través del arrepentimiento de sus malas acciones, pues el arrepentimiento es una experiencia que lleva a la conversión y a la gracia de justificación que tenemos en Cristo. Todo hombre está llamado al arrepentimiento, ya que es un paso previo para la conversión y un requisito para que nuestros pecados sean perdonados y vengan tiempos de refrigerios de la presencia del Señor, [Hechos 3:19]. Además no olvidemos que el anhelo de nuestro Amado Padre Celestial es que ninguno se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento, [2º Pedro 3:9].
En fin, para que haya una conversión verdadera tiene que ocurrir lo siguiente:
- «Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan», [Hechos 17:30].
- «Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo», [Romanos 10:9].
- «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación», [Romanos 10:10].
Recordemos la parábola del Sembrador, [Mateo 13:3-8], en ella Jesús nos relata que la semilla, (Palabra de Dios), fue sembrada en cuatro tipos de tierra, (corazones); todas las tierras, o para nuestro caso, los corazones recibieron la Palabra de Dios, pero solamente en un tipo de tierra, (un tipo de corazón), produjo fruto.
Clamemos al Señor para que siempre pongamos por obra Su Palabra; que tengamos corazones dispuestos para que con deleite hagamos la voluntad de Él, y permitamos que el Espíritu Santo actué en nosotros y podamos ser ‘hombres y mujeres con un corazón conforme al corazón de Dios’, para que nuestro Señor y Rey se agrade de nosotros.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito “desde mi perspectiva particular” en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez