Inicio mis notas con el final del capítulo 7:53 «Cada uno se fue a su casa», con este versículo comienza la historia de la mujer adúltera, continuando luego en Juan 8:1 «y Jesús se fue al monte de los Olivos»; como les comenté anteriormente, no debemos de extrañarnos que Jesús no tuviera una casa donde ir pues Él mismo lo declaró cuando expresó lo que registra Mateo 8:20 «Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza», así que pasó la noche en el monte.
A la mañana siguiente Jesús vuelve al templo, y que tremendo todo el pueblo vino a Él, se nota que la multitud se había quedado con deseos de seguir aprendiendo, es por ello que les continuaba enseñando. Recordemos que los fariseos estuvieron muy molestos pues el día anterior habían enviado a los alguaciles a arrestar a Jesús, sin obtener resultado, ya que los alguaciles se quedaron admirados de cómo hablaba Jesús y no lo arrestaron, el plan fue frustrado.
En esta oportunidad, nuevamente los fariseos y escribas, (maestros de la Ley), intentan buscar un motivo para acusarle, es por ello que cuando Jesús estaba enseñando en el templo le llevaron a una mujer, y «le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?», [Juan 8:4]. Este hecho lo presencia la multitud que estaba allí, me imagino todos atónitos, viendo lo que estaba sucediendo y esperando cuál sería la posición del Maestro frente a los hechos.
Los fariseos deseaban dañar la reputación de Jesús en dos escenarios diferentes:
- La multitud y seguidores: Una de las principales características que el pueblo identificaba en Jesús era “Su misericordia”, esto debido a Su testimonio. Los fariseos conocían muy bien la ley la cual decía «Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos», [Levítico 20:10]. Pusieron a Jesús a tomar la decisión de matar a la mujer a pedradas, pero ¿Dónde estaba el hombre con el cual ella cometió el pecado? Ciertamente Jesús no podía contradecir la ley de Moisés, pero Él vino a presentar el Plan de Salvación a los pecadores, a los que le aceptan y se arrepienten de sus pecados.
- El gobierno: Se le hubiese podido acusar como infractor de la Ley, pues aunque la ley decía que la mujer debía ser ejecutada, Roma había retirado de las cortes judías la potestad para la pena capital, salvo algunas excepciones. De esta manera, estaban poniendo a Jesús en el dilema de rechazar la ley o las normas romanas, de forma tal que pudieran acusarle delante de las autoridades.
Jesús comienza a escribir en el suelo, nadie sabe lo escribía pero probablemente pudo haber sido «No codiciarás la mujer de tu prójimo», [Éxodo 20:17]; o utiliza ese tiempo para que los acusadores recapacitaran de su maldad. De repente les dice que el que esté libre de pecado arroje la primera piedra. Aquí es bueno hacer notar que los testigos casi siempre eran los primeros en tirar la primera piedra, ahora bien si el testigo era falso, tenía que pagar la misma pena de la víctima, tal como lo dice la ley de testimonio en Deuteronomio 19:19. Todos eran pecadores y estaban cargados de delitos. Probablemente entre la multitud estaban hombres que habían cometido adulterio con esa misma mujer, y ahora la acusaban delante de Jesús. Esto nos lleva a pensar que por una parte callaban a la que podía acusarlos a ellos de adulterio, y al mismo tiempo, encontraban algo con que acusar al Señor. Por eso Él les hace esa pregunta contundente para redargüir sus corazones y hacerles entender que ellos no podían acusar a una mujer pecadora, cuando ellos mismos eran tanto igual, o más pecadores que ella.
En fin de uno en uno fueron partiendo de allí, quedándose dos personas solamente, la mujer pecadora y Jesús el que nunca pecó. Él era el único que podía juzgarla y castigarla, pero la perdonó, ella se mostró arrepentida, «Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?», [Ezequiel 33:11].
Jesús sabía que la mujer era pecadora, sin embargo no le dijo como en otras ocasiones les decía a los que favorecía con milagros “tus pecados te son perdonados”, no, en esta ocasión le dijo “vete y no peques más”; puso Su sacrificio, puso la cruz entre ella y el pecado.
Mis amados hermanos y amigos, antes Jesús hizo igual como ha hecho hoy día con cada uno de nosotros los que le aceptamos; Él puso la cruz entre nuestros pecados y nosotros, y nos salvó. Hoy Jesús nos recuerda que nos redimió y que no pequemos más, que no practiquemos el pecado; nos llama a que continuemos nuestra nueva vida en Él «Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios», [1º Juan 3:9].
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito “desde mi perspectiva particular” en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez