Malaquías significa ‘mensajero de Jehová’. El libro de Malaquías es el libro que cierra el canon del Antiguo Testamento, asimismo representa el fin de la actividad profética en el Antiguo Testamento, puesto que Dios guardó silencio durante 400 años hasta que llegó el Profeta de profetas, nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, Palabras que se encuentran registradas en el Nuevo Testamento.
El amor inagotable de Dios está estampado en cada página de este maravilloso libro, el cual fue escrito para de alguna manera enfrentar el desaliento y dejadez que habían abrazado el pueblo de Israel, quienes al regresar del destierro en Babilonia, reconstruyendo el templo y volvieron a instalar el ‘sacerdocio’.
Los israelitas tenían sus esperanzas cifradas en las hermosas promesas de Ezequiel y Zacarías con respecto a la llegada del ‘Mesías’; por lo que el pueblo
consideraba que en ese momento ‘el Cristo o Mesías’ (el ungido) debería estar presente entre ellos. Sí, ellos estaban plenamente esperanzados en que ese sueño se convertiría prontamente en realidad, pues creían que ya había llegado el tiempo de que Jerusalén fuera el centro de atención debido a que ‘el Rey Mesías’ estaba allí, y que personas de todas las naciones vendrían a adorar al Señor.
En fin, los judíos esperaban la pronta recuperación del esplendor de su pueblo, con una tierra bendecida y muy próspera, sin embargo vieron pasar los años y nada sucedía; al contrario, la tierra no era fértil, la cosecha era escasa y tanto las plantas como sus frutos eran estropeados por los parásitos. Debido a esa situación, llegó la displicencia y la depresión a la vida de esa comunidad. Los sacerdotes se habían descuidado en todo lo que respecta a sus obligaciones como tal, mientras que el pueblo se empezaba a quejar de que Dios no los amaba y que los había abandonado.
Deseo hacer un alto aquí, y es que igual esperanza han tenido algunas personas hoy día, lo que en ocasiones ha sido objeto de volver la mirada a su vana manera de vivir convirtiéndose en algunos casos cristianos tibios y en ocasiones hasta apóstatas; recordemos, «El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento», [2 Pedro 3:9].
El distanciamiento con Dios era tal que el pueblo había caído en franca violación al pacto del matrimonio, puesto que: muchos se daban en casamientos con páganos; y otros casados habían sido irreverentes a la santidad del matrimonio como familia de Dios, y se había propagado el divorcio; y Dios dice: “Yo aborrezco el divorcio”, [2:10-16].
Pues bien, el remanente que permanecían fieles a la fe empezó a rechazar el hecho de que todas las cosas eran provistas por Dios y que los diezmos son un reconocimiento de eso; entonces comenzaron a retener los diezmos y ofrendas, y por eso Dios les dijo: «¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? Los diezmos y las primicias», [Mal 3:8].
En este libro se destaca que el nombre de Dios que más se utiliza es ‘Jehová de los Ejércitos’, pero de igual manera hay una hermosa declaraciones y esa es que “el Señor es el Sol de justicia que amanecerá con sanidad en sus alas” [Mal 4:2]. A pesar de el mensaje de este libro ser acusatorio, también el profeta miró hacia el futuro a una época de maravillosa bendición.
El libro de Malaquías termina con la promesa de la llegada de los dos testigos antes del día del Señor grande y terrible, lo cual también es mencionado en Apocalipsis 11:3-7.
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez