17 de junio, 2021
Todas las madrugadas del año 2005 escribía cartas a Jesús; le hablaba de mi amor por Él, le contaba de mis acontecimientos cotidianos, y aun en mis momentos de duras ‘pruebas’, aunque oraba sentía la necesidad de escribirle también, en mis líneas le recordaba Sus promesas y le clamaba por Su oportuno socorro, y Él por Su infinita misericordia y gran bondad me hablaba a través de las Escrituras, y me dejaba saber que Él peleaba mis batallas y me daba la victoria; a Él sea la gloria. En otras ocasiones, yo no superaba la prueba y la volvía a repetir. El fin es que cada una de esas pruebas dejaron en mi vida tremendas enseñanzas, algunas dolorosas, otras sorprendentemente maravillosas, pero definitivamente desarrollaron en mí el carácter de una mujer cristiana cuya meta es ser ‘una mujer conforme al corazón de Dios, deleitándome haciendo Su voluntad’.
Pero durante mis pruebas, es decir mi paso por el desierto, mi petición era que me abriera caminos en aquel terreno baldío, y les aseguro que siempre vi la mano de mi Dios, Su protección divina estaba alrededor de mí; los escritos de “Mis Cartas a Jesús” quedan como testimonio de que mi Dios es el mismo siempre, que Su fidelidad es eterna; que Él cumple Sus promesas y que está conmigo tal como dice en Su Palabra, «No te desampararé, ni te dejaré», [Hebreos 13:5]; y que si lo hizo en el pasado, puedo estar segura que hoy también Él lo hará.
Lastimosamente este tiempo de pandemia nos ha cambiado la vida a todos de manera inigualable, y hemos tenido que poner un delicado equilibrio entre la fe absoluta en Dios y la realidad existente; tiempo en el cual hemos tenido que vivir un distanciamiento social que ha puesto nuestras expresiones de afectos en constantes huelgas; y que el miedo infundado nos ha obligado, en algunos casos, a tener a la ‘soledad’ como compañera inseparable, siendo esto solo un nuevo nombre por el cual sustituir la palabra ‘egoísmo’; pero asimismo en otros casos algunos han decido llamarla ‘solidaridad’, siendo una oportunidad para mostrar nuestro ‘amor al prójimo’. El fin es que nos hemos adaptados a vivir en tales condiciones.
La visita de la pandemia me llevó a asomarme a la ventana de mi alma y desde allí mirar el paisaje, y ver ‘un enorme desierto semiárido’, y de inmediato pensé que a pesar de que en ese terreno la flora y la fauna son escasas debido a la carencia de agua, así como a las altas temperaturas extremas imperantes en ese solitario lugar; aun así muchas especies se han adaptado a vivir allí, en un medio tan difícil, y fue precisamente esa situación la que me llevó a volver a leer mi libro ‘Mis Cartas a Jesús’, y ver líneas de amor y desesperación, escritas con lágrimas a mi Rey y Señor y recordar las tantas ocasiones en las cuales sus respuestas fueron favorables a mí. Hoy, le estoy haciendo algunos cambios a esas cartas pues el tiempo lo amerita, pues sé que la gracia de Dios es suficiente para solucionar y dar respuesta a todas las adversidades de mi vida.
Bien, recordemos que cuando se habla del ‘desierto’ en términos espirituales, nos referimos a ‘pruebas y circunstancias difíciles’ en nuestras vidas. Todos nosotros hemos tenido que atravesar el desierto cuando pasamos por diversas pruebas pero cuando depositamos todas nuestras cargas (pruebas) a los pies de Cristo hemos visto la mano de Dios actuar; ya que es sólo así que podemos salir aprobados de ellas, teniendo en consideración lo que nos dicen algunos versículos, entre ellos:
• Someterse a Dios y resistir al diablo [Santiago 4:7].
• Orar sin cesar [1 Tesalonicenses 5:17].
• Ser obedientes [Colosenses 2:6-7].
• Conocer las instrucciones bíblicas [Salmos 119:11].
Debemos recordar que aunque estemos pasando por ese valle de sombra de muerte, el desierto es un terreno de dependencia absoluta de Dios; es zona para comer el maná del cielo y beber el agua de la roca, que es Cristo. El desierto es el lugar previo para cruzar el Jordán y así entrar a Canaán, la tierra prometida (esto es figura de ser bautizado con el Espíritu Santo para vivir la vida en abundancia que Cristo nos vino a regalar).
Usted se preguntará ¿por qué tengo que pasar por las pruebas? La respuesta es simple:
- Sabemos que las pruebas existen porque estamos en un mundo caído. (Recordemos el pecado de Adán y Eva en Génesis 3).
- Dios permite las pruebas para probar nuestra fe, para determinar si nuestra fe es perecedera o persistente [1 Pedro 1:7].
- Dios utiliza la prueba para capacitarnos para poder dar consolación a otros [2 Corintios 1:4].
- Cuando pasamos por pruebas Dios nos va puliendo como diamantes que somos en Sus manos, «porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria», [2 Corintios 4:17].
- Jesús dijo que en el mundo íbamos a tener aflicción [Juan 18:33], pero que confiemos porque El venció.
- En medio de las pruebas Dios nos muestra Su misericordia [2 Corintios 1:3].
- Dios a veces nos pone en situación que solamente se puede resolver en Su sobrenaturalidad. Nos permite que estemos en cierta adversidad para que no podamos depender de nosotros mismos, de nuestra capacidad. Que no confiemos en los recursos económicos ni humanos, pues Él es Soberano y de Él dependen todas las cosas.
Dios desea llamar nuestra atención a la esperanza celestial [Romanos 5:3-5]. El desierto es solamente un lugar de paso, no de permanencia; nuestra meta es el “campo fructífero” [Isaías 32:16Pratt], ese territorio donde Dios nos introduce, la tierra que fluye leche y miel, la tierra prometida.
Amados hermanos y amigos, recuerda siempre que si Dios hizo en el pasado otras obras y prodigios a nuestro favor, por lo tanto lo hará nueva con nosotros “sus hijos” que le amamos y confiamos plenamente en Él
Dios te bendiga y te fortalezca en cualquier circunstancia que estés atravesando, Él es nuestro oportuno socorro, a Él debemos de clamar en oración para que nos de la capacidad divina de actuar según Su santa voluntad para que seamos aprobados de las diversas pruebas.
Bendiciones,
Sandra Elizabeth Núñez