En los versículos introductorios de la epístola a los Gálatas es interesante ver como Pablo, su autor, presenta sus credenciales, defendiendo su posición como apóstol [1:1], puesto que los judaizantes le acusaban de no haber sido parte de los doce discípulos de Jesús, quienes estuvieron con Él en Su ministerio terrenal. Y ciertamente era necesario que el apóstol Pablo hiciera su presentación, ya que si no creían en quien era él, definitivamente tampoco escucharían el Evangelio.
Él les aclara que no obtuvo su apostolado por medio de hombres sino que le fue otorgado directamente por el mismo Señor Jesucristo quien se le apareció de camino a Damasco “y por Dios el Padre quien lo levantó”. Deseo hacer un alto para que por favor usted lea la conversión del Pablo en Hechos 22:6-16, y recordemos que fue nuestro Señor Jesucristo resucitado quien le comisionó a ser ‘apóstol’. En fin, ante esta situación, queda claro que parte de los objetivos de esta epístolas es que los destinarios tengan conocimiento de que el ‘evangelio’ predicado por el apóstol Pablo ni fue enseñado por ‘los hombres’, sino que fue ‘revelado por Dios’.
Es bueno destacar que Pablo menciona ‘y todos los hermanos que están conmigo’ [1:2], no se tratan de que los mismos son co-escritores, sino más bien, que esos hermanos comparten la misma doctrina que él y que estaban de acuerdo con Pablo en lo escrito en esta epístolas y se unían a Pablo en su salutaciones.
Galacia era la provincia romana situada en la parte central de la actual Turquía. En aquella época esa ciudad se encontraba ubicada una tierra muy fértil, por lo que muchas personas se trasladaban hacia aquella región con fines de dedicarse a la agricultura y por lo tanto el apóstol Pablo tenía mayor posibilidad de alcanzar a personas para predicarles el Evangelio de Jesucristo y que lo aceptaran como su Salvador.
Amados hermanos, en los versículos 3-5, podemos sabemos que el plan de Redención y cuando hablamos de la palabra “redención” entendemos como concepto cristiano que es sinónimo de la palabra “rescate” «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo», [1 Timoteo 2:5-6].
Ciertamente la muerte de nuestro Señor Jesucristo fue ofrecida a cambio de la vida de cada uno de nosotros, pues solamente la “redención” es lograda a través de “Su sangre”. Fue con «Su sangre» preciosa con la cual Él pagó el precio de nuestra liberación del pecado, «En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados», [Colosenses 1:14].
Ese plan perfecto diseñado por Dios para redimir los pecados del hombre, y así tener el privilegio de estar juntamente con Él en la vida eterna. En el plan de Salvación intervino El Padre –planeándolo-, Su Hijo, Jesucristo –Ejecutándolo- y el Espíritu Santo -revelándolo.
La salvación es un regalo inmerecido que Dios nos da para que vivamos eternamente con Él, (Romanos 6:23), la cual fue obtenida mediante el pago del rescate que hizo Jesucristo al morir y derramar Su sangre para remisión de nuestros pecados, tal como les comentara anteriormente. Por lo anterior podemos decir que Dios libra al hombre de un “Egipto espiritual” para llevarlo a la tierra prometida, a la “Canaán celestial”, bendito y amado sea nuestro Señor.
En fin, nuestra “Redención”, la cual fue realizada con “El Plan de Salvación”; en ese momento en el cual fuimos “redimidos de la esclavitud del pecado” por nuestro amado Dios, a través del sacrificio de nuestro Señor Jesucristo, a quien aceptamos como nuestro Salvador. Mediante Su expiación nos regaló una nueva vida en abundancia en esta tierra, y permanecemos a la espera de que Su pronta venida, para vivir con Él por la eternidad, «Porque nuestra ciudadanía está en los cielos …» [Fil 3:20].
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez