El Hijo de Dios se presenta ante el tribunal terrenal de Pilato, líder romano que no era del agrado de los judíos porque saqueó el tesoro del templo con la excusa de hacer un acueducto; no obstante era el único que podía autorizar la ejecución de Cristo. Los líderes religiosos prefirieron evitar el irse por la rama, ya que aunque el Sanedrín tenía la autoridad de condenar a una persona a muerte, sin embargo, era necesario que dicha sanción fuese aprobada por el gobernador romano, por eso se dirigen directamente a Pilato, quien debía interrogar a Jesús, escucharle y juzgarlo.
Quienes lo llevaron (sacerdote, alguaciles, escribas y la multitud de judíos), decidieron no entrar al pretorio -el palacio y tribunal del gobernador-, por considerarla casa de un gentil, y ellos creían que eso les traería como consecuencia la contaminación, razón por la cual no podrían participar de la cena de pascua.
Amados amigos y hermanos, la verdad que causa gran asombro el hecho de que los líderes religiosos y la multitud que les acompañaban se consideraran tan puros externamente que decidieran no entrar a entregar a Jesús, sin embargo, ciertamente por dentro estaban completamente contaminados por la maldad, pues ya habían condenado a Jesús, alguien que no había cometido ningún delito; pero recordemos que por cosas similares fue que Jesús les llamó sepulcros blanqueados.
Los judíos deseaban evitar la impureza ritual, sin embargo sus corazones estaban llenos de impureza debido a que su principal objetivo era matar a Jesús. Aún así deseaban conservarse ‘presuntamente puros’ pero dando los pasos pertinentes para ejecutar al Señor, y este complot de matarle hacía tiempo que ellos lo había decidido como lo registra el Apóstol Juan en «Así que, desde aquel día acordaron darle muerte», (Juan 11:53, ver Juan 11:45-57).
Cuando llevan a Jesús ante la presencia de Pilato, éste les pregunta “¿Qué acusación traen contra este hombre?”, como diciéndoles, “¿De qué lo acusan? ¿Cuál es Su delito?”. Pilato sabía que los líderes religiosos odiaban a Jesús y que harían cualquier cosa con el fin de lograr que fuera condenado a la pena capital, la muerte.
Bueno, la respuesta que los líderes religiosos, (sacerdotes y escribas), le dieron, fue una acusación sin evidencias ni fundamento, diciendo “Él es un malhechor”, como si ellos ya lo hubiesen juzgado y considerado culpable, y es por ello que Pilato delega en ellos la responsabilidad de juzgarlo, adicional a que él entendió que ese era un asunto religioso, y no civil. Ante esa propuesta a los judíos nos les toca más que admitir que ellos no tienen potestad para juzgar a Jesús, debido a que estaban sometidos a los romanos, quienes no le permitían dictar ni ejecutar sentencias de muerte.
Es bueno destacar que sí los judíos lo hubiese juzgado de acuerdo a sus leyes, la sentencia hubiese sido ‘lapidación’, es decir matarle apedreándole, pero como era conforme a la leyes romanas la sentencia era crucificándole. Así se cumpliría la palabra de Jesús al decir que sería crucificado, «Y Yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo», [Juan 12:32].
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez