Los versículos de Apocalipsis 1:7-8 contienen una de las declaraciones más impactantes sobre la Segunda Venida de Cristo, revelando Su gloria, majestad y juicio final. Aquí, Juan nos invita a mirar hacia adelante con asombro y reverencia: «He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, aun los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén», [Ap 1:7]. Cabe destacar que Apocalipsis 1:7 está profundamente vinculado con Daniel 7:13 «Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él»; donde dice que el pueblo judío lamentará haberlo crucificado.
«He aquí que viene con las nubes», esta expresión nos recuerda la promesa de la Segunda Venida de Cristo, descrita como un evento glorioso y universalmente visible. Las nubes en la Escritura representan con frecuencia la presencia divina, tal como Dios se reveló al pueblo de Israel en una nube durante el éxodo [Éx 13:21], aquí vemos a nuestro Señor Jesucristo regresando en gloria divina, visible para todas las naciones, Él viene como el Rey de reyes y Señor de señores.
Los versículos de este comentario también subrayan la universalidad del evento de la Segunda Venida: «Todo ojo le verá, aun los que le traspasaron», esto implica que todos, tanto creyentes como incrédulos, presenciarán el retorno de Jesucristo. Incluso aquellos responsables de Su crucifixión (tanto literalmente como figurativamente, al rechazarlo) reconocerán Su soberanía, aunque esto no necesariamente signifique salvación. En cambio, «todos los linajes de la tierra harán lamentación por él», lo que sugiere que, para muchos, la Segunda Venida será motivo de arrepentimiento tardío y lamento por haber rechazado Su sacrificio en la cruz para darnos salvación y vida eterna, « Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna», [Jn 3:16].
Amados hermanos, la afirmación final, «Sí, amén,» refuerza la certeza y fidelidad de esta promesa. «Sí» en griego y «Amén» en hebreo enfatizan que esto no solo es verdad, sino que es una realidad inmutable respaldada por la autoridad de Dios. Es una invitación para que nosotros los creyentes nos unamos en fe y esperanza en el cumplimiento de este evento glorioso.
El versículo 8 añade profundidad teológica: «Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin,» dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso». Dios se presenta aquí como el Alfa y la Omega, el principio y el fin del alfabeto griego, indicando que Él es el origen de toda la creación y el destino final de todo lo que existe. Su soberanía no solo abarca el pasado y el presente, sino también el futuro. Es el eterno «Yo Soy,» inmutable y soberano, el que gobierna sobre el tiempo y la historia.
«El que es, el que era y el que ha de venir» resalta la eternidad de nuestro Señor Jesucristo, que no está limitado por el tiempo; Él es eterno y siempre presente. Como Creador, ha estado al principio de todas las cosas; como Redentor, actúa en el presente; y como Juez, regresará para completar Su plan divino.
Por último, el título «el Todopoderoso» subraya la omnipotencia de Dios. En un mundo donde la maldad y la injusticia parecen prevalecer, esta declaración asegura a los creyentes que Dios tiene el control absoluto sobre todo. No hay fuerza ni poder que pueda oponerse a Su voluntad.
Apreciados hermanos y amigos, estos versículos nos llaman a vivir con reverencia y expectativa. Cristo regresará con poder y gloria, y cada uno de nosotros lo verá. Para los creyentes, este evento será motivo de gozo y esperanza; para los que lo rechazan, será un día de juicio y lamento. Este es un llamado urgente a permanecer firmes en la fe y a proclamar Su evangelio, sabiendo que el Todopoderoso, el Alfa y la Omega, cumple Sus promesas. Como iglesia, nos unimos al clamor de «Sí, amén,» confiando en que Su reino vendrá y Su voluntad será hecha en la tierra como en el cielo.
Quiero finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que con este comentarios no pretendo dar una certificada y legítima interpretación de la Biblia, sino más bien expresar desde “mi perspectiva particular” en apego a los conocimientos propios obtenidos por el estudio personal de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo que espero que estos anotaciones les sirvan a ustedes para iniciar sus lecturas propias, las cuales sean transformadas en “escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia”, de manera que también puedan identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a sus vidas y así ser saciados del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez