Como les había comentado la parábola del ‘Hijo Pródigo’ tiene 3 personajes, siendo estos:
1. El hijo pródigo: Figura de cada uno de nosotros, los seres humanos. El hijo le pidió a su padre que le entregara “su herencia”.
- El padre: Figura de Dios; quien acepta la decisión de su hijo de alejarse de él, solicitándole su herencia, vale destacar que aún su padre estaba vivo. El padre concedió la petición de su hijo y le dio su herencia.
3. El hermano del hijo pródigo: Figura del ‘hombre legalista’; quien se consideraba justo, bueno y merecedor de las mejores dádivas de su padre, sin embargo la actitud que asumió frente a su padre y su hermano fue de orgullo, envidia y egoísmo.
El hermano mayor del hijo pródigo representa a aquellas personas que aun estando en la casa del Padre, para este caso en la iglesia, se consideran muy justos, manifestando una falta de misericordia hacia los demás pecadores, teniendo sus corazones inundados de soberbia, orgullo, envidia, celos, etc.
Debemos recordar que esta parábola nos habla de la misericordia del Padre hacia Sus hijos cuando se arrepienten del mal proceder, además que la misma Jesús la dirigió a los fariseos y escribas quienes debido a su legalismo y religiosidad rechazaban las enseñanzas de Jesús porque Él recibía a los pecadores y publicanos que se les acercaban, a quienes ellos consideraban gentuzas y que un hombre que viniera de parte de Dios no se debía juntar con ese tipo de personas. Esta narración era una manera del Señor recordarles lo que les había dicho anteriormente «Respondiendo Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento», (Lc 5:31-32).
Pues bien, para los fariseos la expectativa religiosa de esa época no se conectaba con la parábola que estaba narrando Jesús. Los judíos de ese entonces estaban muy enmarcados en lo que significaba mantener el honor y por lo tanto escuchar lo referente a la petición del hijo pródigo de recibir su herencia sin el padre haber muerto lo consideraron una desfachatez vergonzosa. Cuando los judíos escucharon que el padre le concedió la petición a su hijo, vieron esto como una debilidad, por lo que cifraron todas sus esperanzas en que el ‘hijo mayor’, con quien los fariseos se identificaron porque ellos consideraron que vivía una vida buena en apego con la voluntad del padre, ellos creyeron que sería ese hijo mayor quien salvaría el honor de la familia.
Aquí es bueno destacar que los judíos vivían bajo la condicionante de ‘justicia por obras’, es decir que el favor de Dios se ganaba siempre y cuando la persona viviera respetando de forma estricta las leyes, ritos religiosos y reglas morales, alcanzado así la expectativa de la sociedad ‘ser una persona honorable’. Asimismo, los fariseos se consideraban personas honorables y justas por demás, sin embargo eran como el hijo mayor de esta historia “hombres legalistas y faltos de misericordia”; sí, hermanos, igual comportamiento tienen muchos hoy día, olvidando lo que dice 1 Corintios 10:12, «Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga».
Como vimos al inicio de nuestros comentarios de esta parábola el hijo menor se encontraba en la miseria absoluta, debido a sus malas decisiones que le llevaron lejos del padre. Hoy día para las personas que son representadas por éste joven, pudiéramos decir que se cayeron de bruces en una pocilga moral y espiritual separado de Dios, y el único que puede ayudarles a salir regenerados de esa situación es ‘Jesús’. Solamente aquellas personas pecadoras que examinan sus vidas, como un día lo hicimos muchos de nosotros, y se dan cuenta de su vana manera de vivir, reflexionan sobre la situación, se arrepienten y vuelven de regreso a Dios Padre.
Ciertamente el hijo pródigo tuvo un comportamiento inconcebible, pero volvió a su padre arrepentido, le pidió perdón y le dijo que lo hiciera como uno de sus jornaleros, no se consideraba apto ni siquiera para ser unos de sus esclavos, porque los esclavos vivían en la casa; él le pidió ser uno de sus jornaleros para vivir del sueldo que devengara. Y esa fue una de las molestias de su hermano mayor, que en vez de su padre tratar a su hijo como un jornalero, le restituyó a su posición de ‘hijo’ y le hizo fiesta.
Llevando esto al sentido espiritual podemos decir que las obras, no son necesarias para alcanzar la salvación, el hijo pródigo no tuvo que trabajar para ser recibido como hijo, pues «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe», Ef. 2:8-9.
Fue tanto la felicidad del padre que se despojó de su honor propio y le restauró, (Ro 5:20) «Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia». Sí amados hermanos y amigos, el padre hizo una gran fiesta para celebrar, sin embargo fue tan grande el enojo de su hijo mayor que le recriminó que a él quien jamás le había desobedecido le había dado nada y ahí mismo le sacó en cara los pecados morales de su hermano menor, quien ya se había arrepentido y pedido perdón al padre. Esto hace ver como si no amara a su hermano, no mostró una actitud de alegría porque él había vuelto a la familia.
Esta parábola enfatiza el aspecto humano: el pecado, arrepentimiento y la restauración y también el rechazo. Un padre lleno de misericordia y gracia hacia su dos hijos, uno pecador empedernido y otro pecador que se cree justo, bueno y merecedor de las mejores dádivas de su padre. Uno llega arrepentido y le matan el becerro para comerlo en la gran fiesta; al otro le dice “todas mis cosas son tuyas” y se va, pero el padre le sale a buscar y le ruega que entre a la fiesta, sin embargo su falta de arrepentimiento y humildad se lo impide. El hijo menor, pródigo, recibe el perdón inmediatamente; al hijo mayor se le ofreció la misma gracia y misericordia, pero no la aceptó. Entonces vemos que para el hijo mayor la historia termina de una manera desbastadora “quedándose sin comunión con su padre”, pero aun su padre continuó esperando que vuelva a él cómo un día lo hizo el hijo pródigo.
En conclusión esta parábola nos lleva a Cristo, a la cruz. Amados hermanos y amigos, el padre le hizo tremenda celebración, sacrificó “al becerro gordo”, el cual generalmente era apartado para la celebración de las bodas del hijo mayor; invitó a todas las personas de su pueblo. El consideró que ese era el ‘evento más grande de la familia’. Este becerro es una sombra de “Jesús” quien sería sacrificado por nosotros. Mis amados hermanos y amigos, sabemos que cuando una criatura o un hijo de Dios regresa a la casa a su Creador Dios Padre, se arrepiente de sus pecados y acepta a Jesús como su Señor y Salvador, hay fiesta en los cielos «Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente», (Lc 15:10).
Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.
Dios les bendiga,
Sandra Elizabeth Núñez
estoy leyendo son de gran bendicion