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7.4.7 Jesús Sana al Hijo de un Noble

 

Este es el segundo milagro realizado por Jesús una vez iniciado Su ministerio, Su camino hacia la cruz. Podemos ver aquí el impacto que había tenido el primer milagro de Jesús ‘la conversión del agua en vino’, el cual había trascendido el pueblo de Caná, y era conocido en la provincia.

Me imagino la algarabía que había en Caná, ya que el pueblo le dio una calurosa bienvenida a Jesús, aceptándolo con gozo, pues muchos de ellos habían ido a las bodas y fueron testigos del milagro; adicional, es bueno mencionar que en ese entonces se invitaba a una gran cantidad de personas a las bodas.

Este hombre noble pertenecía al grupo de oficiales de Herodes Antipas, que como sabemos mantenía una percepción muy negativa con respecto a Jesús, [Lc 13:31]. Él tenía su hijo enfermo al borde de la muerte; por lo que muy probablemente este hombre rico y noble había gastado una fortuna para que su hijo fuera sano, mas nada le dio resultado.

de esperarse que ese noble no fuera un hombre religioso, pues ese era el estándar general de los judíos palestinos; sin embargo, estando en su ciudad, Capernaum, oyó que Jesús había llegado a Galilea, y se aferró a su única y última esperanza, Jesús, pues creyó en Él porque oyó sobre el primer milagro.

Ese hombre tenía una necesidad muy grande y una fe muy poderosa en que Cristo podía salvar a su hijo. Fue esa fe que lo movió a buscar a Jesús desesperadamente, a realizar un viaje de un trayecto tan largo, pues este oficial vivía en Capernaum, ciudad que quedaba a un día completo de camino hasta Caná, en la misma provincia de Galilea. Inició el viaje sin importarle que el Rey Herodes Antipas se pudiera enterar y hasta acusarlo de traidor, pues estaba teniendo contacto con alguien a quien él consideraba no apto en su reinado, Jesús.

Lo anterior nos hace recordar que no importa en qué posición social o económica estén las personas, a todos nos llega la enfermedad, y que aunque se tenga todo el dinero para pagar los mejores doctores o medicamentos, no siempre se obtiene el mejor resultado; pues con el dinero se puede cubrir las deudas y pagar los deleites, pero nunca se obtiene por seguro la sanidad, ni tampoco nos puede evitar la muerte.

Pues bien, ese noble una vez estando con Jesús le ruega que fuera hasta donde estaba su hijo para que lo sanara ya que estaba a punto de morir, y es allí donde el Señor le dice «Si no viereis señales y prodigios, no creeréis», [Jn 4:48]. Y continuó insistiéndole hasta que Jesús le dijo “Ve, tu hijo vive”, y en ese momento el hombre creyó la Palabra que Jesús le dijo, y se fue. Qué maravilloso que al llegar a su casa le informaron que “su hijo estaba sano”. Su próxima pregunta para confirmar fue ¿a qué hora había comenzado a mejorar? «El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa», [Jn 4:53].

Cada uno de nosotros debemos recordar que ya sea en tiempo de gozo o de necesidad, el Señor es nuestro sostén, tal como dice en Salmos 73:25 «¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?». Así como recordar siempre que Jesús es Todopoderoso, y que lo único que espera de nosotros es que tengamos fe para creerle a Él. Estemos agradecidos de los múltiples milagros que hemos visto en nuestras vidas. ¡Gloria a Dios! ¡Señor, incrementa nuestra fe!

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

 

 

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