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11.05 División del Reino

El pueblo de Israel disfrutaba de la notoria unidad de todas sus tribus, dicha unidad había sido iniciada por el rey David y continuada por su hijo Salomón, sin embargo debido a la apostasía en la que cayó Salomón, Jehová prometió que el reino sería dividido de mano del próximo rey que reinara en Israel.

Al morir Salomón el reino pasó a Roboam, su hijo. Este convocó una asamblea para llevar a cabo su coronación en Siquem, ciudad localizada 54 Km al norte de Jerusalén, y con una trayectoria histórica de suma importancia en la vida política y religiosa del pueblo de Israel [Josué 24:1].

La primera petición que le hiciera el pueblo al rey Roboam fue que bajara los impuestos, así como la gravosa servidumbre a que les había sometido el rey Salomón, y hecho esto ellos les servirían. Es bueno reconocer que esa petición suena como una

«advertencia», es decir como la única forma que ellos reconocerían su reinado. Ante esa situación Roboam pidió consejo a los que antes habían sido los expertos consejeros del rey Salomón, pero a su vez pidió el consejo de los jóvenes que se habían criado con él.

El consejo dado por los ancianos iba direccionado a que fuera sensible a la necesidad de su pueblo, reduciendo los impuestos y aligerando la servidumbre, de esa manera ellos les servirían fielmente por siempre.

Al parecer la respuesta dada por los ancianos no fue del agrado de Roboam, por lo que pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él, quienes les dicen hasta las palabras negativas que debía transmitirles al pueblo: «Ahora, pues, mi padre os cargó de pesado yugo, mas yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigaré con escorpiones», [1 Reyes 12:11]. Su consejo denota que eran necios, faltos de sabiduría y embriagados por el poder, no obstante Roboam, no evaluó ambos consejos, y aceptó el dado por los jóvenes, asumiendo con esto la postura de un dictador, sin evaluar que eso lo llevaría a perder el reino, puesto que esto da inicio a la preparación de la pronta rebelión que se avecinaba.

«Cuando todo el pueblo vio que el rey no les había oído, le respondió estas palabras, diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos heredad en el hijo de Isaí. ¡Israel, a tus tiendas! ¡Provee ahora en tu casa, David! Entonces Israel se fue a sus tiendas», [1 Reyes 12:16]. Y cuando el rey supo esto les envió como mediador a Adoram, encargado de los tributos, lo cual fue una insensatez de su parte; el pueblo lo mató a pedrada y con este acto inicia la “Rebelión de Israel”.

El rey teme por su vida, y perdió el reino sobre toda Israel, provocando esto la “división del reino», quedándose reinando a la tribu a la que pertenecía, Judá, siendo esta la más numerosa de todas, la cual por esa razón había recibido la porción geográfica más grande de la tierra prometida. Así también se le unió la tribu de Benjamín, quizás por el hecho de ser sus vecinos más cercanos, y por la ciudad santa de Jerusalén.

Dios había dicho a Salomón que arrancaría el reino de mano de su hijo y lo dividiría, entregando 10 tribus a uno de los servidores suyos, esto debido a la apostasía en la que había caído el rey más sabio de la tierra.

En conclusión Roboam, ocupó la posición de “rey de Judá” (reino del sur), compuesto por la tribu de Judá y la de Benjamín, teniendo por capital Jerusalem; y Jeroboam, siervo de Salomón, fue el rey del reino del Norte, compuesto por las 10 tribus tal como le fuera profetizado por Ahías [1 Reyes 11:35]. Su capital fue Siquem.

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

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