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Este libro continúa relatando la monarquía dividida de la nación de hebrea, siendo sus temas principales la incapacidad del hombre de reinar para Dios; así como las consecuencias de la idolatría y la maldad.

Esta continuación histórica del Antiguo Testamento nos relata que lastimosamente tanto en el reino de Israel como en el de Judá la mayoría de los reyes hicieron lo malo delante de Dios, y a pesar de haber sido advertidos por “los profetas”, tanto los reyes como el pueblo persistieron en la idolatría y en su corrupción moral, trayendo esto el juicio de Dios: “la cautividad permanente”. El reino del norte (todos sus reyes adoraron ídolos), fue destruido por los asirios, enviándoles Dios al exilio permanente. El reino de sur, Judá, en ocasiones tuvo algunos reyes que permanecieron en rectitud, sin embargo otros no, por lo que también vivieron las consecuencias de su desobediencia, ellos fueron derrotados por los babilonios y exiliados a Mesopotamia.

Pero en medio de toda esa situación existe la promesa de Dios dada a David, y es por eso que podemos ver que Jehová preservó el monarca de Israel, y el linaje real davídico permaneció, tal como dice Mateo 1:1 «Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham». Y hoy día aún tenemos la hermosa esperanza de que Dios salvaguardará una lumbrera eterna para David, tal como expresa Apocalipsis 21:23 «La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera».

Es bueno destacar que el realce de la función de un profeta queda resaltado con la presencia de Eliseo, pero a su vez, es importante notar que durante los 290 años que cubre este libro, fue la época en que trece de los dieciséis profetas (Isaías a Sofonías), redactaron sus libros.

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

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