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19.06 Promesa #4 del Salmo 23

Si Jehová es mi pastor: «Confortará mi alma», [Salmos 23:3ª].

Esta es la bellísima promesa #4 del Salmo 23, el amado Señor Jesucristo la da para todo aquel que es oveja de Su redil.

Podemos darnos cuenta que “confortará” está escrito en futuro, sin embargo expresa la idea que está por venir, pero de un modo absoluto; es decir que definitivamente el Señor confortará mi alma y la tuya, “Sí” (condicional), únicamente sí Él es nuestro pastor.

El alma es el resultado del encuentro del aliento o soplo de vida de Dios en el cuerpo del hombre, tal como lo expresa Génesis 2:7 «Formó, pues, Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida; y fue el hombre un alma viviente». Los significados de las palabras griega y hebrea utilizadas en la Biblia para referirse a “alma” son: corazón, criatura que respira, alma racional, aliento y ser. Con una definición clara de lo que es el alma y lo que dice 1 Tesalonicenses 5:23 «Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la Venida de nuestro Señor Jesucristo», entonces puedo decir que la Biblia nos habla de que somos seres tripartitos formados por espíritu, alma y cuerpo.

Recordemos que Cristo vino a salvar lo que se había perdido, y dice la Palabra de Dios que esto es ‘el alma’, veamos:

  • «Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida a causa de Mí y del evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? Pues ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?», [Marcos 8:35-37].
  • «Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, recibid con humildad la Palabra implantada, que es poderosa para salvar vuestras almas», [Santiago 1:21].
  • «Pues vosotros andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras almas», [1 Pedro 2:25].

Pues bien, para mí cuando este versículo habla de “confortará mi alma” esto expresa dos aplicaciones, veamos:

  1. a) Restaurará: Esto nos habla de ‘restauración del alma’, y significa renovar o volver a poner algo en el estado o estimación que antes tenía. Y es que cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador nuestras almas deben ser programadas a su estado original.
  • «He aquí, todas las almas son Mías; tanto el alma del padre como el alma del hijo mías son. El alma que peque, ésa morirá», [Ezequiel 18:4].
  • «Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente», [Salmos 16:9].

Y cuando el Señor restaura significa traer renovación al alma, esto es restablecer o reanudar la relación que se había interrumpido con Dios o el prójimo; y para esto nuestro amado Señor actúa de manera maravillosa, pues cuando el alma es pecaminosa la santifica; si es débil la fortalece; cuando esta triste la consuela y reanima. Todo lo anterior Él lo hace de manera tal que alivia, refresca y vivifica el alma con las promesas de Su Palabra y el consuelo del Espíritu Santo. ¡Que hermoso!

  1. b) Sanará: La otra aplicación se trata de “sanidad, ya que en esta hermosa promesa el Señor se nos presenta como Jehová Rafa, ‘Yo soy Jehová tu Sanador’.
  • «Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la Venida de nuestro Señor Jesucristo», [1 Tesalonicenses 5:23].
  • «Yo dije: Jehová, ten misericordia de mí; sana mi alma, porque contra ti he pecado», [Salmos 41:4].
  • «Él es quien perdona todas tus iniquidades, Él que sana todas tus dolencias», [Salmos 103:3].

Deseo comentarles algo de lo que les hablé en mi estudio del libro de Juan y es con respecto al relato donde Jesús sana a un ciego de nacimiento [Juan 9:1-12]. Son los discípulos que cuestionan a Jesús sobre el hecho de «¿Por qué ese hombre nació ciego, quién pecó él o sus padres?» En aquel entonces existía la corriente de pensamiento de que un niño podía pecar desde el seno materno, la cual apoyaban en la historia de Esaú y Jacob [Génesis 25:22]. Asimismo consideraban que los hijos padecían enfermedades como consecuencia de los pecados de sus padres.

Esta hermosa narración, nos cuenta una historia que hasta hoy día sigue aconteciendo y es la creencia errónea de que ‘los cristianos no pueden enfermarse’, fundamentando muchas personas ese pensamiento con lo que dice Isaías 53:5 «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados».

Ciertamente nosotros fuimos curados cuando aceptamos a Cristo, pero no en todo nuestro ser integral, somos cuerpo, alma y espíritu, y fuimos sanados de nuestras enfermedades del “alma”. Recordemos que en nosotros habita una naturaleza pecaminosa «Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros», [1 Juan 1:10]. Hasta tanto el Señor regrese estamos expuestos al pecado y a las enfermedades, no obstante cuando nuestro amado Señor vuelva a buscar a Su pueblo, allí se nos dará un cuerpo glorificado que por la eternidad vivirá sin enfermedad físicas, asimismo vivirá sin las enfermedades del almáticas.

Amados hermanos y amigos, el alma que es el asiento de nuestras emociones, muchas veces necesita ser restaurada o sanada, por lo que solamente el Señor es el único que pude unir los pedazos de nuestra alma rota, y esto lo hace cuando le seguimos por amor y en obediencia. El recurso utilizado es Su bendita y santa Palabra tal como dice en Hebreos 4:12 «Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos. Penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón». Por fe encontramos la sanidad en las promesas de Dios, en Su Palabra. ¡Gracias Señor por ese gran privilegio!

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

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