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21. ECLESIASTÉS

Este libro es considerado como uno de los libros poéticos. Su nombre en español, Eclesiastés, viene de la traducción de la palabra griega ‘ekklesiastes’ cuyo significado es ‘predicador’. Es interesante que ese nombre se deriva de la palabra ‘ekklesia’, la cual significa “asamblea o congregación”. En hebreo el nombre de “Eclesiastés” se traduce a “uno que llama a congregar o que dirige la asamblea” de ahí también el título. Hago esta acotación debido encontramos en varios versículos donde se menciona al “predicador”, pues el rey Salomón era un gran predicador.

Salomón fue el autor de este libro el cual hizo al final de su reinado, aproximadamente en el año 935 A.C. Aquí él nos presenta la autobiografía de

su vida. En Proverbios vimos que Dios hizo de Salomón el hombre más sabio de toda la tierra, después de Cristo; sin embargo en Eclesiastés Salomón se desvió del camino del Señor, satisfaciendo sus propios deseos y comportándose como un hombre insensato delante de Dios; pero luego reconoció la naturaleza temporal de las cosas terrenales expresado en Eclesiastés 1:1-3 «Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén. Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?».

Tal como expone el rey Salomón la vida sin Dios es vacía, por lo que decepciona buscar la felicidad en las cosas del mundo, ya que “todo es vanidad”. Es necesario comprender que cada día de vida y de provisión de las necesidades básicas vienen como “un regalo de Dios”. Este hermoso libro nos guía a percibir el vacío de la vida sin Cristo, para también nos presenta al Señor Jesús quien está en este libro como la respuesta al desengaño de la vida inútil sin Dios, como la única esperanza de fe para llegar a Dios, tal como Él dijo en Juan 14:6 «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí».

Al final del libro podemos ver la amonestación de Salomón diciendo: «El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala», [Eclesiastés 12:13-14].

Pues bien, como les había dicho antes ciertamente el temor santo de Dios es la clave para recibir todas las bendiciones que el Señor tiene para el hombre temeroso de Él, recordando siempre que «La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella», [Proverbios 10:22]. Esto nos habla del temor santo a Dios por quién es Él, y lo que Él hace. Tener reverencia por Su Palabra, y ponerla por obra, de manera que nuestro anhelo y meta sea siempre “agradar a Dios” y que podamos decir «El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón», [Salmos 40:8].

Amados hermanos y amigos recordemos siempre que la vida es breve y que «Dios Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin», [Eclesiastés 3:11].

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

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