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24.04 Los Higos Buenos y los Malos

Esta visión de Jeremías acerca de los higos buenos y de los higos malos, habla del designio de Dios de enviar al pueblo de Israel a la cautividad, ese sería el castigo de Dios debido a sus múltiples y persistentes maldades.

Para hacer mis comentarios de mayor comprensión para todos, es bueno saber que “el higo” bíblicamente es figura del pueblo de Israel. Apreciaré que lean detenidamente la infografía, tomando en consideración que cada explicación que hago en la imagen nos aplica a nosotros también, a los que hemos creído en Jesús como nuestro Señor y Salvador, y que por lo tanto esos nos convierte en el pueblo de Dios, “el Israel espiritual”.

Inicio comentándoles acerca del “árbol de la higuera”; el cual produce el “higo”. Pues bien, la higuera es el segundo árbol del cual hace alusión la Biblia desde inicio de la creación del hombre, ya que con sus hojas fue que Adán y Eva cubrieron su desnudez luego de haber pecado, «Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales», [Génesis 3:7].

La higuera tiene un protagonismo estelar en el trayecto de toda la Biblia, en el Antiguo Testamento podemos ver varias utilidades que pudo éste árbol ofrecer al hombre, entre ellas tapar desnudez, brindar protección contra el sol; ofrecer seguridad y dar descanso bajo su sombra; y por último, deleitarse de su jugosa y rica fruta.

Es interesante notar que en el Nuevo Testamento básicamente lo que se esperaba de la higuera es que ejecutara la función para la cual fue creada, es decir “que diera frutos”, por lo que su mención está relacionada con la demanda de higos, eso lo vemos en un árbol que había sido cuidado; estaba en tierra buena, y sin embargo llegado el tiempo de la cosecha no tenía fruto; estaba estéril, por lo que el mismo Jesús la maldice, y hace un milagro sobre ese árbol y es “secarlo”. Es sorprendente, que este sea el único milagro que Jesús hiciera en el cual el beneficiario directo era el mismo, ya que el Señor era quien deseaba el fruto, pues tenía hambre [Mateo 21:18]. También es el único milagro el cual Jesús hizo para destrucción total ya que sus raíces se quemaron, sin ninguna posibilidad de restauración.

Recordemos que el milagro de Jesús fue real, no obstante Él relató una parábola que bastante se asemeja al milagro que hizo, veamos:

«Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? El entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después», [Lucas 13:6-9].

Si bien es cierto que la parábola es un relato terrenal con un significado espiritual. Nuestro amado Señor Jesús con mucha frecuencia usaba “las parábolas” para ilustrar verdades profundas y divinas. Esta parábola tiene tremenda enseñanza para aquellos tiempos que la recibiera el pueblo de Israel, a quien el Señor llevó las buenas nuevas de salvación durante 3 años, pero no fue escuchado por los corazones estériles de ese pueblo. Y por la misericordia del Padre no fueron destruidos, sino que se le concedió permaneciera un año más para abonar la tierra. Este es semejante a lo dice Jeremías 24:6-7 «Porque pondré mis ojos sobre ellos para bien, y los volveré a esta tierra, y los edificaré, y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré. Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios; porque se volverán a mí de todo su corazón».

Amados hermanos y amigos, desde que entró el pecado a la tierra siempre ha existido un grupo bueno y uno malo; pero a su vez nunca nos ha faltado la misericordia de Dios, la única que puede alcanzar al pecador, si éste buscare de Dios con todo el corazón, y aceptare a Jesús como su Salvador, Rey y Señor. Pero ¿sabes qué?, el tiempo se acorta los designios han sido dados, en el Antiguo Testamento vimos que el pueblo continuó en sus maldades, no les interesaban las cosas de Dios, se embarraron de sus iniquidades, idolatrías, aberraciones, en fin, de todo aquello que se llama pecado; y entonces como castigo fueron enviados al exilio.

En el Nuevo Testamento, vino el mismo Señor Jesucristo en persona, anduvo tres años entre el pueblo, y aun así solo un pequeño remanente le recibió, y todo el pueblo lo rechazó y lo crucificó; y tal como Jesús profetizara en el año de 70 d. C. el templo fue destruido por los ejércitos romanos, y con el también cayó el pueblo, quienes fueron expulsados de su amada Israel, y hasta hoy están dispersos en tierras muy lejanas, a través de toda la tierra. Los israelitas han sido objeto de burlas, desprecios y de lo más grandes vejámenes que raza alguna ha vivido; pero les ha dicho el Señor en Jeremías 31:3b «Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia», aún les espera otra oportunidad de volverse a Dios.

Siempre han existido los higos buenos y los malos, sus designios para cada caso también Dios los ha trazado. En el Antiguo Testamento el pueblo fue sometido a cautiverio por 70 años, fueron desterrados de su tierra, esclavizados, martirizados. En el Nuevo Testamento su destierro fue mayor, fueron expulsados de su pueblo, y hasta hoy están dispersos en todas partes del mundo. En este periodo de la dispensación de la gracia, todavía se predica Su Palabra, todavía hay oportunidad, pero si los malos persisten pasaran por el gran juicio final y su destierro será mayor, pues será por la eternidad, «los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder», [2 Tesalonicenses 1:9].

Tú y yo somos el pueblo de Dios, el Israel espiritual a quien Él ama profundamente. Hoy nosotros lo que hemos aceptado a Jesús estamos aquí amándoles por quien Él es, deleitándonos haciendo Su voluntad, esperando su gloriosa y majestuosa venida. Pero los higos malos, el pueblo que se place en volcarse en sus pecados, en negarle con sus hechos, aun tiene la oportunidad de volverse a Dios, «Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones», [Santiago 4:8].

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

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