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3.02 Las cinco Ofrendas

Inicio mis comentarios expresándoles que Levítico es considerado como el libro de la Biblia que habla sobre la “adoración” a nuestro Dios, y si a esto le añadimos lo que dice Juan 4:23 «Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren»; entonces podría decir que estamos estudiando un hermoso manual de adoración.

Pues bien, recordarán que el libro de Éxodo concluyó con la construcción del Tabernáculo, según el diseño dado por Dios a Moisés en el Monte Sinaí; ahora en Levítico Dios habla con el hombre desde el Tabernáculo, y en este libro se encuentran registrados los reglamentos sobre la adoración en esa lugar de encuentro de Dios con Su pueblo.

La palabra ofrenda viene de la palabra hebrea “corban” (H7133), y esta se refiere a los sacrificios ofrecidos a Dios, los cuales son ofrendas consagradas a Él y que debían ser presentadas de forma voluntaria, según dice en Levítico 1:3.

Las ofrendas tienen tres observancias básicas, aplicadas las mismas por:

  1. Los israelitas, quienes obedecieron el mandato de las ofrendas “ceremonialmente”
  2. Nuestro Señor Jesús que cumplió con ellas “históricamente”
  3. Y por último todos los cristianos quienes debemos cumplir con las ofrendas “espiritualmente”. Si, tal como lo expresa el apóstol en Romanos 12:1 «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional». Esto significa que nuestro sacrificio es ofrecer nuestras propias vidas para así “vivir en santidad”, siendo este el llamado que Dios nos hace, pues Él es santo y quiere que nosotros también lo seamos, tal como lo expresa en Levítico 11:45.

 

Es importante destacar aquí que la palabra “santo” es la traducción de la palabra hebrea “kadosh” (H6918), que significa “apartado, dedicado, consagrado”. Mis amados hermanos y amigos, cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, venimos ante Él arrepentidos de nuestra vana manera de vivir, y el arrepentimiento es el acto de cambiar nuestra mente o pensamiento. Esta palabra viene del griego “metanoeó”, que significa “Cambiar de pensamiento – Pesar que viene del corazón – Rechazo de proceder indeseable”. Entonces, ser santos o consagrados para Dios no es más que venir a Él con manos vacías, llegar arrepentidos, reconociendo nuestras debilidades; y así dejar que Dios las llene, e iniciar nuestro proceso de transformación, orientados siempre a “la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” [Heb 12:14].

Pues bien, los primeros capítulos de este libro nos hablan sobre las cinco ofrendas que eran presentadas en el Tabernáculo, siendo todas ellas figura de Cristo. Las primeras tres ofrendas de olor grato, nos hablan de la persona de Cristo, y estas son: el holocausto, la ofrenda de alimento, y la ofrenda de paz. Mientras que la ofrenda por el pecado y la ofrenda de transgresión, corresponde a las ofrendas de olor no grato, y estas nos hablan de la obra de Cristo en la cruz.

Continuando con mis comentarios con respecto a las ofrendas, sabemos que las mismas se ofrecía para la “expiación de los pecados”; expiación significa “cubrir” «el Señor aceptará la muerte del animal en tu lugar a fin de purificarte y hacerte justo ante él», (Lev 1:4bNTV). La «expiación» es uno de los temas centrales de este libro, el cual enseña que el único camino a Dios es por medio del sacrificio y derramamiento de sangre, pero esa sangre solamente podía “cubrir” los pecados, hasta tanto nuestro Señor Jesucristo viniera a “quitar” todos los pecados.

Sabemos que sin derramamiento de sangre no se hace remisión de pecados, esto es sustentado por Levítico 17:11 «Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona»; es por lo anterior que en el Antiguo Testamento la sangre de los animales es derramada para alcanzar «el cubrir los pecados».

A continuación les comento sobre los ANIMALES a ofrendar, los cuales fueron escogidos por Dios para esos fines. Estos eran: ganado vacuno u ovejuno; y aves, específicamente tórtolas o palominos. Dense cuenta que esos animales son mansos, y esto es figura de Cristo que dijo “soy manso y humilde de corazón” [Mt 11:29]. Eran imposible que los animales carnívoros y las aves rapiñas fueran permitidas en los sacrificios, ya que esos animales se alimentaban de “animales muertos”, y entonces nos podrían ser figura de Cristo “quien vino para dar Su vida en rescate por muchos” [Mt 20:28].

Otras regulaciones con respecto a los animales eran:

  • No podían tener ningún defecto, esto nos habla de Jesús, que es puro, sin mancha y nunca pecó.
  • Tenían que ser animales con un valor para sus dueños, es decir no podían se animales que se hubiesen ‘cazado’. Esto también es figura de Cristo, ya que Dios dio a su hijo tal como dice Romanos 8:32 «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?».

 

Las cinco ofrendas son:

  1. HOLOCAUSTO [Levítico 1]: Hecha de forma voluntaria, porque quería expresar su amor a Dios. Se ofrecían un buey; una cabra (oveja); un palomino o tórtola. Espiritualmente nos habla del primer mandamiento «Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tus fuerzas», [Mt 22:37-38]. Es figura de Cristo como nuestro substituto.
  2. OFRENDA DEL GRANO [Levítico 2]: Ofrenda de grano o harina fina. En esta ofrenda no se derramaba sangre, radica en el fruto de la tierra, lo cual representa la obligación de una persona hacia otra. Espiritualmente nos habla del segundo mandamiento que Jesús nos dio «Amarás a tu prójimo como a ti mismo», [Mt 22:39]. Aquí también vemos a Cristo en su muerte y resurrección, como el trigo que llega a la tierra, murió pero resucitó y está vivo, produciendo muchos frutos, «De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto», [Jn 12:24].
  3. OFRENDA DE PAZ [Levítico 3]: Esta ofrenda expresa nuestra gratitud y lealtad a Dios. Debemos entrar en la paz de Dios, es decir estar en paz con Dios [Ro 5:1] y tener la paz de Dios [Jn 14:27]. Que hermoso hermanos, ver a Cristo en todo este relato, pues también cuando Él vino se presentó como nuestra ofrenda de paz, «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados», [Is 53:5].
  4. LA OFRENDA POR EL PECADO [Levítico 4 y 5]: Trata con la naturaleza pecaminosa con la cual nacimos. Debemos apartarnos del pecado y reconocer el sacrificio de Cristo, Su sangre, nos limpió del pecado. Esta ofrenda es obligatoria [1 Jn 1:7-9].
  5. LA OFRENDA POR LA TRANSGRESIÓN [Levítico 5 y 6]: Trata con las faltas y pecados específicos que hemos cometido, sobre todo aquellos que los cometimos por yerro, ignorancia o falta de conocimiento. Vemos la obra de Cristo y su misericordia, por lo que debemos arrepentirnos y purificarnos, «Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento», [Mt 9:13].

 

Amados hermanos y amigos, la ofrenda dada a Dios es una expresión de alabanza y de adoración por quien es El, nuestro dueño y Señor. Asimismo las ofrendas son muestras del profundo agradecimiento que sentimos por tanta gracia y favores inmerecidos; por la enorme dicha de sentir el amor inagotable de Dios hacia nosotros.

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

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