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Nueva vez en Miqueas se repite la hermosa promesa del Mesías que Isaías le dijera al pueblo de Israel [Miqueas 2:2-4] en la cual además se profetiza en la adoración que todas las naciones darían a Dios en el lugar único ‘el templo de Dios’. Esta profecía llenó a Israel de aliento antes todas las batallas, así como también los colmó de esperanzas, pues sabían que de Jerusalén vendría el Mesías esperado.

Miqueas en bien conocido como profeta por su profecía relativa al nacimiento de nuestro Señor Jesucristo «Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad», [Miqueas 5:2]. Esta profecía es mencionada en respuesta a Herodes cuando luego que fuera visitado por los magos del oriente les preguntara a los sacerdote donde ha de nacer el Cristo [ver Mateo 2:4-6].

 

Miqueas proclamó un mensaje de Juicio al pueblo de Israel, quienes constantemente quebrantaban la ley dada por Dios. Las amonestaciones a Israel iban acompañadas de los castigos que Dios les daría en retribución a sus pecados, no obstante también tenía como escolta la esperanza prometida en el pacto de Dios con sus ancestros.

El libro de Miqueas ciertamente amonesta por el pecado, nos habla del juicio y del castigo de Dios, pero también habla de esperanzas, de las oportunidades brindadas por nuestro amoroso Dios.

Amados hermanos y amigos, al igual que ayer tampoco hoy Dios pasa por alto el pecado, no hay defensa alguna que pudiéramos presentar para justificarnos a nosotros mismos, siendo la única a través de la aceptación del sacrificio de Su Hijo Jesucristo; si, lo único que existe es un arrepentimiento sincero y la presentación de la sangre del Señor Jesucristo, el cual ha sido previamente aceptado como nuestro Rey, Señor y Salvador.

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

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