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43.12 El Amigo del Esposo

El mismo Jesús había dicho que Juan el Bautista había sido el mayor de los profetas. Ese profeta estaba revestido de dos grandes características, la humildad y la mansedumbre. Las mismas les permitieron ejecutar la tarea a la cual fue enviado, ‘preparar el camino del Señor’, [Malaquías 3:1; Mateo 11:10; Marcos 1:2; Lucas 7:27]. Pero para ello, tuvo que anunciar a las personas sobre el arrepentimiento, exhortándoles a que cambiaran su manera de pensar y actuar para poder recibir la Palabra de Dios. Quitando los impedimentos de las mentes y corazones de las personas, de manera tal que cuando Cristo viniera encontrara la tierra fértil, preparada para recibir la semilla de Su Palabra.

Juan el Bautista y Jesús se encontraban bautizando en la tierra de Judea porque allí había muchas aguas. En ese lugar los discípulos de Juan estaba teniendo un conflicto doctrinal con los judíos por el tema de la purificación, (acerca de este tema podemos leer en el Antiguo Testamento en Números 19). Podemos asumir desde ahí, que esos discípulos podían tener un ánimo cargado, y quizás les llevó a pensar como si estuvieran en una competencia. Pienso esto por la siguiente cuestión, los discípulos de Juan se acercaron a él y le dijeron:  «Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a Él», (Juan 3:26). Todos iban a Jesús para que fuera Él quien les bautizare, y esa situación fue considerada por los discípulos de Juan el Bautista como una intromisión de parte de Jesús.

Esos discípulos se sintieron confundidos porque las personas estaban siguiendo a Jesús, y no a Juan el Bautista, y pudiéramos ver esto como una muestra de envidia y de celo. Sin embargo Juan reaccionó de una forma muy diferente a la de sus discípulos. Él sabía que Jesús es el Mesías, sabía que es verdaderamente el líder al que la gente debía seguir, por eso «Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo», [Juan 3:27].

Volviendo al tema anterior, ese hecho nos presenta un prototipo doloroso de rivalidad, los cuales en ocasiones suelen existir entre los que profesan ‘mi religión es la verdadera’. Debemos como cristianos guardarnos de asumir una posición similar a las de los discípulos de Juan el Bautista, la cual nos lleva a tener sentimientos de géneros tales como la envidia y los celos;  cuidándonos hasta de compartir dicha actitud con otros cristianos de manera tal que no seamos contagiados, sino más bien que podamos decir: «¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún», [Filipenses 1:18].

Finalmente, Juan concluye diciendo «El que tiene la esposa, es el esposo; más el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe», [Juan 3:29-30].  Vemos con estos versículos que Juan el Bautista estableció claro cuál era su posición, ‘amigo del esposo, no el esposo’, es decir que ‘el Esposo es Jesús’. Lo que él expresa podemos interpretarlo como que ‘él está al lado del esposo y lo escucha, se llena de un gran gozo, y con eso se cumple en él lo que más desea, que es parecerse más a Cristo, y dejar su vieja naturaleza y malas actitudes’.

Esa es la misión de todos los cristianos hoy día, que las personas sigan a Jesús, y no a nosotros, «Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en Aquel que es la Cabeza, esto es, Cristo», [Efesios 4:15].

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

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