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43.15 La Mujer Samaritana (2)

Continuando con el pasaje de la mujer samaritana, leemos que cuando la mujer continuó hablando con Jesús ella le pide que le dé agua de vida eterna, y Jesús de inmediato le pregunta por su esposo, a lo cual ella responde que no tenía. Ciertamente Él quería dejar al descubierto su vida pecaminosa, no de una forma ruda, sino más bien de una forma afable haciéndole la pregunta directa a la cual ella respondió sinceramente; luego Jesús le revela su vida, sacando de esa forma las tinieblas de la vida de esa mujer, quedando al manifiesto el pecado.

Sí amados hermanos, una vez nos acercamos a Cristo debemos presentarle toda nuestra vida, llegando donde Él con un corazón arrepentido y una conciencia despierta, de manera tal que la Luz y la Verdad de Cristo se hagan evidentes en nosotros, y sea transformado plenamente nuestro ser integral. Dios conoce toda nuestras vidas, pues algunos de Sus atributos son la omnisciencia y la omnipresencia, es decir que Él conoce todos nuestros pensamientos y está en todas partes; no existe un lugar donde nos podamos esconder de Él. Así que acerquémonos siempre ante el trono de la gracia con corazones sinceros para nuestro Padre celestial.

Volviendo a la samaritana podemos ver que cuando ella vio que Jesús sabía su vida le dijo que le parecía que Él era profeta, pero quizás se sintió avergonzada de su pasada manera de vivir, pues hábilmente le cambió el tema desviándose de un asunto personal a uno público y religioso. Así muchos de nosotros pudimos habernos sentido, pues la mayoría vivíamos una pasada vida sin Cristo de la cual no estamos orgullosos, pero sí estamos gozosos y agradecidos de que nuestro Señor nos rescató, por eso vamos al próximo paso, que es adorarle:

«Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren», [Juan 4:23-24].

Con toda esa plática que sostuvieron Jesús y la mujer samaritana, ella estaba siendo preparada para recibir la gran noticia, y de repente ella le dice a Jesús en Juan 4:25 «Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando Él venga nos declarará todas las cosas». Tal vez ella estaba sospechando que estaba frente a Él, eso no lo sabemos, pero como Jesús le había dicho “si supieras quien te pide de beber”, lo podemos asumir.

Cuando Jesús le dice que Él es el Mesías, esta mujer se sintió tan feliz que salió corriendo dejando el cántaro de agua, pues ya el ‘agua viva estaba rebosando su corazón’, ya no necesitaba un recipiente externo,  Dios había desbordado su corazón con esa preciosa agua, y eso fue lo que la capacitó para ir a informar a toda la ciudad sobre su encuentro con el Mesías, convirtiéndose de esta manera en la primera ‘Evangelista’.  Y muchos creyeron por su testimonio, y como Jesús se quedó dos días más, también creyeron por las Palabras que de Él oyeron: «y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo», [Juan 4:42].

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

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