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43.40 Los Fariseos Interrogan al Ciego Sanado

En esta parte de la historia vemos como los judíos tenían una mente y corazón completamente estructurados a los patrones y ritos de hombres en lugar de a la voluntad y mandatos de Dios. Tomaron las leyes dadas por Dios y le agregaron nuevas leyes de hombres, las cuales resultaban imposibles de cumplir, adicional a que eran normas que llevaban a los hombres, sin lugar a dudas, a convertirse en seres faltos del amor ágape y la piedad de Dios.

En nuestro relato anterior vimos que Jesús había sanado a un ciego de nacimiento, hizo una especie de barro usando lodo y Su saliva, untó esto en los ojos de un ciego y milagrosamente fue curado. Esta historia es una tremenda señal a los ojos de todos los que fueron testigos presenciales del milagro, menos para los fariseos quienes consideraron que Jesús había quebrantado la ley del sábado, pues hizo ese hermoso milagro en un día de reposo.

Según las leyes judías el sábado era un día de total reposo, era prohibido trabajar.  Para ellos las cosas más sencillas y hasta cotidianas eran catalogadas como trabajo, como por ejemplo cortarse las uñas, afeitarse, echar aceite en una lámpara, entre otras muchas más. En fin, creyeron que Jesús había quebrantado la ley del sábado por haber sanado en ese día a un ciego quien no estaba en peligro de muerte, ya que en un día de reposo una persona podía recibir atención médica únicamente si su vida estaba en peligro. Pero esto también tenía una limitante, solamente podían mantener a la persona viva, no sanarla. ¡Imagínense ustedes eso, cuanta religiosidad y ritos humanos! Entonces los fariseos creyeron que Jesús había trabajado el día sábado por haber sanado al ciego.

En este relato también vemos como nuevamente se levantan disensiones entre los diferentes grupos, pues los fariseos vuelven a acusar a Jesús como alguien que no viene de Dios por el solo hecho de ellos considerar que había quebrantado la ley del sábado al sanar al ciego en ese día. Mientras tanto, otros decían que era imposible que un pecador, es decir alguien que no viene de Dios pueda hacer las señales que Jesús hacía.

Llevaron a los fariseos al que había estado ciego y estos lo empezaron a interrogar para saber cómo había recibido la vista y el ya vidente le contó su testimonio, un resumen sencillo del milagro que Jesús había operado en sus ojos, lo cual hubiera sido motivo para que los fariseos creyeran en Él, no obstante no ocurrió así, pues eran ciegos espirituales.

Ellos le preguntaron cuál era su opinión acerca de Jesús, a lo que éste respondió “es profeta”.  Recordemos que en el Antiguo Testamento la prueba de una persona para demostrar que era profeta, un mensajero de Dios, era que realizara algún milagro. Esto lo podemos ver en las señales que hicieron Moisés y Aarón al Faraón, [Éxodo 4:1-17]; y Elías a los profetas de Baal [1 Reyes 18]. Definitivamente el ahora vidente estaba plenamente convencido de que Jesús venía de parte de Dios.

Les repito, con todo este milagro ser una señal maravillosa y extraordinaria dice en Juan 9:18 que los judíos no creían; igual sucede hoy día muchos dicen creer en Jesús, pero con sus vidas muestran lo contrario, todo esto porque no oyen o leen la Palabra de Dios y mucho menos la ponen por obra.

Los fariseos declararon que “el que te abrió los ojos es un hombre pecador”, y su negación a la verdad era tan grande que ni siquiera creyeron que el hombre sanado había nacido ciego hasta que sus padres se lo confirmaron; pero cuando le preguntaron a ellos cómo ahora él veía, evadieron  responder que Jesús había hecho el milagro, pues temían que por su respuesta fuesen expulsados de la sinagoga, algo que era aterrador para un judío; por lo tanto le dijeron que llamaran a su hijo y que él tenía edad para contestarles.

Al llamar otra vez al nuevo vidente, a mi particularmente me agrada sobremanera lo que este hombre le dice en Juan 9:30 «Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos». 

Me resulta hermoso leer como este hombre y nuevo vidente que aún no había visto a Jesús con sus ojos, se atrevió a decir con toda convicción que Jesús venía de Dios, que él lo sabía porque le había dado la vista, y que ellos siendo estudiosos de la Palabra y habiendo visto señales y maravillas hechas por Jesús, no lo sabían.

Amados hermanos y amigos, igual ocurre en estos tiempos, muchos han visto las maravillas de Dios en sus vidas, pero viven como si el Señor no existiera, niegan con sus hechos que creen en Él y en el sacrificio que hizo en la cruz por nuestros pecados. Cuando alguien no quiere creer sencillamente cierra sus sentidos a la verdad latente.

Por último vemos la conclusión al caso que dan los fariseos, simplemente le sacan en cara el pasado del ciego, por supuesto contaminándolo con la mentira, «Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron», (Juan 9:34). Esa es una de las típicas respuestas que dan los incrédulos a las personas que han nacido de nuevo y son creyentes de Jesucristo cuando estos les predican la Palabra o les corrigen sus errores, le trae a la conversación su pasado, el lodo cenagoso donde estuvo antes de conocer a Jesús.

Hermanos y amigos, es hermoso saber que antes éramos ciegos espirituales y ahora vemos a través de la Luz del mundo que se hizo vida en nosotros, Jesús. Somos parte del pueblo de Dios; y felizmente reconocemos que en nosotros se hace vida lo que dice 1 Pedro 2:9 «Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a Su Luz admirable».

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito “desde mi perspectiva particular” en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

Sandra Elizabeth Núñez

 

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