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43.46 Yo Soy la Resurrección y la Vida

Este pasaje da inicio a unos de los relatos más conmovedores durante el ministerio terrenal del señor Jesucristo, por lo que para comprender más claramente los sucesos es bueno conocer un poquito cómo era ‘un duelo judío’.   Habitualmente en Palestina se enterraban a los muertos con cierta celeridad, todo esto debido al clima y por ende a la rápida descomposición del fenecido.  Hubo una época en que se incurría en grandes gastos para mantener el cuerpo del difunto ungido con perfumes y enterrarlo con sus mejores pertenencias; esas ostentaciones funerarias fueron desplazadas cuando el rabino Gamaliel dejó instrucciones de que le enterraran envuelto en un sudario, al cual llamaban ‘traje de viaje’. 

Los judíos creían que el alma de un difunto regresaba a su tumba los tres primeros días de su muerte para reencontrarse con el cuerpo por última vez y luego separarse definitivamente, por lo que para los judíos la resurrección de Lázaro sería un milagro impactante.

Ese pueblo tenía un alto sentido de solidaridad y condolencias  con las personas que estaban de duelo y mucho respeto hacia el difunto, eso era considerado como un deber sagrado y como una de las principales obras de misericordia, y aunque la familia de Lázaro vivía en Betania, ciudad ubicada a unos 3 km. de Jerusalén, muchos judíos se trasladaron hasta allí a ‘consolar a Marta y María por la muerte de su hermano’.

El Señor llega a los cuatro días de Lázaro estar en el sepulcro,  ya que él había muerto el día que le informaron a Jesús que estaba enfermo, y fue enterrado ese mismo día.  La casa estaba llena de gente, ya que esos judíos además de cumplir con sus deberes solidaridad también tienen que cumplir a los propósitos de Cristo que era ‘ser testigos presenciales del milagro que iba a suceder’.

Cuando Marta se enteró que Jesús llegaba, salió de inmediato a su encuentro, mientras que María se quedó en la casa.  Esta narración contrasta con la de Lucas 10:38-42, recordemos que en aquella ocasión, Jesús estaba en la casa de esa familia, y mientras María permanecía a los pies de Jesús, Marta estaba ocupada con los quehaceres del hogar y Jesús le corrige y en Lucas 10:41-42, «Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada».   Ahora vemos cómo había crecido Marta espiritualmente con relación a su fe en Jesús.

Inmediatamente Marta, a quien reconocemos como una mujer energética y de acción, se acerca a Jesús lo primero que le dice es “si hubiese estado aquí mi hermano no habría muerto”.  Al parecer ambas mujeres olvidaron que Jesús no tenía que haber ido hasta Betania para ejecutar el milagro e impedir que Lázaro muriera, Él lo único que tenía que hacer era decir la palabra, tal como en otras ocasiones había hecho milagros a distancia como lo hizo en la sanidad del hijo de un noble (Juan 4:43-54).

Pero que hermoso el cambio que había dado Marta, ella tenía tanta fe en el Señor que le dijo «Mas sé que también ahora, todo lo que pidieres a Dios, te lo dará» (Juan 11:22) y el Señor le responde con las anheladas palabras que ella quería escuchar, Él le dio la promesa de que su hermano resucitaría, y ella respondió que sabía que sucedería en el día postrero.  Con la respuesta que ella le dio podemos entender lo siguiente:

  • Que ella conocía muy bien la doctrina de la resurrección de los muertos, la cual pertenece a los creyentes en el Señor, ya que nunca fue enseñada por ningún grupo religioso o filosófico.
  • Pudo ser con el objetivo de insinuar al Señor que ella sabía que Él podía resucitar a su hermano inmediatamente, no obstante le dejaba la decisión a Jesús, quien tiene el poder para hacerlo cuando considerare el momento oportuno.

Regresemos al tema de la doctrina de la resurrección la cual viene de Jesús, sabemos que fue predicada por los apóstoles y que el Apóstol Pablo, hablaba de ella y algunos se burlaban,  sin embargo muchos hablaban de la inmortalidad del alma, la cual es diferente a la doctrina cristiana de la resurrección del cuerpo.  Nosotros sabemos que un día los cuerpos de los muertos se levantarán del sepulcro siendo resucitados por nuestro amado Jesús, unos para vivir eternamente con cuerpos glorificados junto al Señor y gozarnos para siempre con Él; y otros para ser arrojados al infierno y sufrir por toda la eternidad.

En Jesús mora la resurrección y la vida, es decir Él es la misma resurrección y la vida, Él es el autor de la resurrección y de la vida, es por eso que el hombre que no ha aceptado al Señor está muerto espiritualmente en sus pecados, pero en cambio los que somos salvos dice Efesios 2:1«Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” «yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia», [Juan 10:10b].                

Deseo concluir con estos versículos, «Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.  Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?», [Juan 11:25-26].    Amados hermanos y amigos, confío en que sus respuestas a la pregunta de Jesús sea la misma que da Marta, «Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo», [Juan 11:27].  

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirva a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,


Sandra Elizabeth Núñez

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