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43.63 La Promesa Del Espíritu Santo (1)

«Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre», [Juan 14:15-16].

Continuamos con este hermosísimo relato que tiene nuestro Señor Jesús con “los suyos”, en esta historia acontecida en el “aposento alto”.

Pues bien, Jesucristo inicia este discurso diciendo «Si me amáis, guardad mis mandamientos», [Juan 14:15], ya que ciertamente es la obediencia la manera de demostrar el amor; así fue como Jesús lo demostró al Padre, «y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz», [Filipenses 2:8]. Mis amados hermanos y amigos, así como debemos mostrarle al Señor nuestro amor hacia Él, ya que “el amor se muestra en la obediencia”.

Cristo hace a los discípulos la impactante promesa de que Él permanecería con ellos por siempre, y esto sería por medio de otro Consolador, a quien en ese momento lo presenta como el Espíritu verdad, ese es el “Espíritu Santo”, cuyo oficio es manifestar la verdad del Evangelio de Cristo. Ese maravilloso Espíritu Santo es quien vino a morar con los que hemos aceptado a Jesús como nuestro salvador, haciendo de nuestro ser su morada permanente, pues somos Su templo.

Luego Jesús dice que “el mundo no puede recibirlo” ya que el que no cree en Jesús no tiene discernimiento espiritual, y está atento sólo a los dictados de la carne; sin embargo los que amamos al Señor sí le conocemos por habita en nuestro ser. Es ese hermoso consolador nuestro ayudador; quien hoy nos revela a nuestro Padre y Señor; quien nos ayuda en las aflicciones; quien nos sustenta en su Palabra; nuestro intercesor, quien «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles», [Romanos 8:26].

Jesucristo prometió no dejarnos desamparados, ya que nos dejaría al Espíritu Santo que equivale a tener al mismo Jesús viviendo en nosotros. Sin embargo ya Él no estaría físicamente en el mundo, y los que no le han aceptado no podrían vivir en la luz y permanecerían inundados en las tinieblas hasta tanto no tomaran la decisión de acercarse a Jesús y hacerlo su Señor y Salvador.

El Señor dice que “en aquel día” refiriéndose al día de Pentecostés [Hechos 2:1-13], cuando los suyos discípulos recibieron el derramamiento del Espíritu Santo, todos fueron llenos de Él, y así obtuvieron mayor conocimiento del Hijo y de las relaciones de Jesús con Su Padre, pues entendieron completamente la unión de “los suyos” con la unidad de una misma naturaleza de Jesús con Dios Padre.

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

 
Dios les bendiga,
 

Sandra Elizabeth Núñez

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