Saltar al contenido

43.67 Jesús, la Vid Verdadera (2)

Continuamos hablando sobre la hermosísima parábola de la “Vid verdadera”, y tal como les decía en nuestro comentario anterior, la misma contiene enseñanzas maravillosas para nuestro caminar en la fe. En esta ocasión les comentaré un poquito sobre una de las ideas centrales de los versículos ilustrados, «la oración”.

Esta parábola de “la Vid Verdadera” tiene como protagonistas al Labrador (Dios Padre), al “la Vid Verdadera” (Jesucristo) y a los “pámpanos” (los cristianos). La vid es una planta que requiere sumo cuidado a fin de obtener ‘uvas’ de calidad, por lo que el terreno sobre el cual es plantada debe estar perfectamente limpio ya que ese árbol necesita echar raíces fuertes, y solo esto es posible si se siembra en suelos sueltos donde el agua pueda penetrar a las raíces adecuadamente, permitiendo así que las enredaderas produzcan más fruto y menos follaje.

Amados hermanos y amigos, así es nuestra vida espiritual, Cristo nuestro Salvador nunca cometió pecado, siempre tuvo una vida pura y sin mancha y solamente permaneciendo en Él es que podremos imitarlo y así llevar mucho fruto y alcanzar las bendiciones de Dios. Si permanecemos en Él, (quien de forma natural representaría a la sabia) seremos transformados en cristianos maduros fortalecidos en la Palabra de Dios; solamente permaneciendo en Cristo nos reconocerá como ‘sus verdaderos discípulos’, de esa manera “conoceremos la verdad” y entonces esa verdad nos hará ‘espiritualmente libres’, como lo expresa Juan 8:31-32 «Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».

El Señor nos dijo en Juan 15:7 «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho» ,  es decir que no solamente debemos ‘permanecen en Él sino que también Sus palabras deben permanecer en nosotros, o sea debemos tener continuamente presente los preceptos del Señor y obedecerlos, entonces sí ambas cosas suceden en nosotros tendremos el gran privilegio de “pedir todo lo queremos y será hecho”. Es decir, “Permanecer en Cristo” en estar en constante comunión con Él y eso nos llevará a la práctica de una vida en oración.

Pues bien, el Señor nos dijo « … pedid todo lo que queréis, y os será hecho», [Juan 15:7], debemos orar de la forma correcta tal como nos dice Romanos 8:26 «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles».  Ahora bien, debemos recordar que una de la misión de nuestro Señor Jesucristo era que todos las personas conocieran a Dios como “Padre”, y que se restableciera nuestra comunión con Dios; por eso vemos que nos dice cuando oren digan “Padre Nuestro”, y en esa oración modelo uno de las renglones que la componen nos habla de ‘hágase tu voluntad’, no la voluntad nuestra, sino la de Él.

En fin, debemos orar correctamente tal como nos enseñó el Señor Jesucristo, quien vino a esta tierra para hacer la voluntad del Padre, «Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió», [Juan 6:38]. Recordemos el momento más crucial de Jesús, que fue antes de ir a la cruz, Él le dijo al Padre en Lucas 22:42 «diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» Y al igual que Cristo nosotros debemos presentar nuestras peticiones diciéndole al Señor que se haga la voluntad del Padre, «El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón» [Salmo 40:8].

El Señor nos dice que llevando mucho fruto para que nuestro Padre que está en el cielo sea glorificado, es la evidencia externa de que una persona es discípulo. Amados hermanos y amigos continuemos rogando a Dios para que nos regale el fruto del Espíritu Santo «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley»  [Gálatas 5:22-23].

Continuando en nuestra lectura de la Biblia podemos ver que hermosas palabras sobre el amor nos dice el Señor «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor».  [Juan 15:9]. Nuestro Dios le dio a Cristo todas las cosas; lo hizo Salvador del mundo, jefe de la iglesia y juez de vivos y muertos. A su vez Cristo ha amado tanto a ‘los suyos’ que por ellos dio Su vida en la Cruz. Vemos como el amor es entrega, es dar, y por eso es que Jesús nos dice en Juan 15:10 «Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor». Esta expresión nos habla de una de las hermosas promesas de amor, la cual únicamente recibiremos “sí” obedecemos los mandamientos de Jesús, deleitándonos haciendo la voluntad de Él; y esa promesa es ‘Sentir el amor de Jesús hacia nosotros, el cual nos perdona y sustenta’.

Por último amados hermanos y amigos Jesús se nos presenta como prototipo para que nosotros lo podamos imitar “Él guardó todos los mandamientos del Padre”, y eso implicó estar en plena armonía y unidad con los mandatos de Dios. ¡Adelante hermanos!, tenemos al Espíritu Santo en nosotros, sometamos nuestra carne y seamos obedientes a los mandatos del Señor para que de esta forma “permanezcamos en Su amor”.

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones le sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

 

Sandra Elizabeth Núñez

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *