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43.76 Oración de Jesús por sus Discípulos

«Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos», [Juan 17:9-10].

Continuamos con la oración que elevó Jesús a Dios luego de concluido el discurso del Aposento Alto. En esta ocasión hablaremos de la oración por sus discípulos. 

Jesús, como el mediador entre Dios y los hombres externa una oración al Padre intercediendo por “sus discípulos” a los cuales amaba profundamente, y tenían la necesidad de protección divina, ya que se acercaba la ocasión en la cual ellos serían duramente atribulados, debido a que el Señor volvía al Padre y los dejaba en el mundo, por lo que Él dijo al Dios que no rogaba por el mundo, -sabemos que los habitantes de allí se encontraban envueltos en sus pecados-, sino que intercedía ante Dios específicamente “por los que me diste y son tuyos”, esos son sus discípulos.

Juan 17:10 «y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos.» En este versículo Jesús habla de que existe una comunidad absoluta de propiedad entre el Padre y el Hijo, y esto lo dice directamente con respecto a las personas no a las cosas del universo. Esta expresión nos habla de la deidad de Jesús quien dispone de las mismas prerrogativas que Dios, asimismo esto reafirma que tenemos dueño, que somos conjuntamente con Cristo, hijos de Dios, tal como dice Gálatas 3:25-26, «Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.» 

El Señor dice que «he sido glorificado en ellos», amados hermanos y amigos ciertamente es así, todos los creyentes glorificamos a nuestro Señor por un sin números de razones, entre ellas:

• Porque Él es: 
– “El Hijo de Dios” que vino al mundo despojándose de Su gloria. Con Su muerte en la Cruz, murió por nuestros pecados y redimirnos con Su preciosa Sangre 

– “El Salvador” quien a través de Su muerte y resurrección, venció a la muerte y con su victoria nos salvó de que nos perdiéramos en la muerte eterna y así nos regaló la vida eterna en la cual estaremos junto a Él.

– “El camino” que no has llevado a restablecer nuestra relación con Dios, y fue a prepararnos moradas en casa de nuestro Padre Dios.

– “La verdad” que nos ha dado la libertad del pecado y por tanto nos llevó a la senda que conduce a la vida eterna.

– “La vida” en abundancia que nos otorgado aquí en la tierra y la “vida eterna” que viviremos por la eternidad conjuntamente con nuestro Padre, Jehová y con nuestro Señor Jesucristo.

Cristo le dirige esta oración a Dios como si ya Él no estuviera en el mundo, como si ya hubiese muerto físicamente y estuviera en el cielo; le habló así porque ya iba a morir y le estaba encargado el cuidado y protección de sus discípulos para cuando ya no estuviera presente entre ellos, sienta el gozo y la paz de Dios.

El Señor continúa diciéndole que “los suyos” están en el mundo -recordemos que cuando Jesús habla del “mundo” implica sus habitantes, es decir la sociedad humana que no cree en Dios y vive desordenadamente bajo los criterios de su libre albedrío, cometiendo pecados y desagradando a Dios- El Señor le encargaba a Dios que los guardara y los mantuviera en el conocimiento de Dios, para que no se alejen de sus enseñanzas, preservándolos así de la apostasía; esto con el objetivo de que «los suyos sean uno, así como Jesús y Dios lo son”, es decir que sean semejantes al Padre y al Hijo, unidos en afecto y un mismo propósito. 

Nuestro amado Señor dice en su oración que Él ha sido glorificado en “los suyos”, sus discípulos, y ahí estamos nosotros los creyentes en Él, nosotros a quienes el Espíritu Santo nos ha tocado los corazones y le hemos dicho “Sí, te aceptamos Jesucristo y te reconocemos como nuestro Señor y Salvador”. A Él les damos la gloria, la honra, lo adoramos y nos rendimos delante de su presencia por amor.

Jesús hace mención en esta oración de que a todos los discípulos que Dios le dio Él los guardó,( ya que Jesús fungía como representante de Dios en la tierra) y ninguno se perdió, excepto uno, Judas, a quien llamó el “hijo de perdición”; y sucedió así para que se cumpliese la profecía acerca de esto en la Palabra de Dios, la Biblia. 

El Señor continúa orando y le dice a Dios “no te pido que los quite del mundo, sino que los guarde del mal”. En nuestras mentes limitadas podríamos pensar que hubiese sido menos doloroso que Dios se los llevara de la faz de la tierra y así ellos estuvieran seguros físicamente y no pasarían todas las pruebas a las cuales fueron sometidos; pero eso no esta correcto dentro del plan de Dios, ni glorificaría al Señor ni le daría continuidad a su obra a fin de llevar el Evangelio a todas la naciones y expandir así el reino de los cielos acá en la tierra. Recordemos lo que dice Isaías 55:8, «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová». 

Deseo finalizar recordándoles, como les he dicho anteriormente, que estos comentarios o anotaciones los emito ‘desde mi perspectiva particular’ en apego a los conocimientos propios obtenidos por mi estudio devocional de las Escrituras, la revelación del Espíritu Santo, así como por las enseñanzas compartidas por hombres eruditos de la Palabra de Dios. Por lo tanto, espero que mis anotaciones les sirvan a usted para continuar con sus lecturas propias de las Escrituras, las cuales sean transformadas en ‘escudriñar con gozo los tesoros que se encuentran en la Biblia, la Palabra de Dios’, de manera que también pueda identificar y ofrecer una aplicación especial y personal a su vida y así ser saciado del manjar que el Señor nos brinda en Su santa y bendita Palabra.

Dios les bendiga,

 

Sandra Elizabeth Núñez

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